Todos los lugares que nos rodean, y los impactos que la naturaleza y la especie humana causan sobre ellos, se presentan como capas de una cebolla delante de nuestros ojos. La ciencia nos ayuda a descubrir detalles, matices y acontecimientos que, a simple vista, pasan desapercibidos. Los puentes sobre el río Ulla en Gundián, en el ayuntamiento de Vedra (A Coruña) son el fruto de cómo la naturaleza nos regala enclaves de gran belleza. Y también, posteriormente, como el ser humano los transforma para hacer más confortable la vida de su especie. De los muchos puentes que cruzan este río, con una gran historia sobre sus piedras, los dos viaductos ferroviarios que superan la garganta conocida como paso de San Xoán da Cova son, por su belleza y la complejidad de la construcción, lugares en los que parar, mirar y disfrutar durante un buen rato.
San Xoán da Cova: un enclave de interés geológico
Hay varias peculiaridades en este trozo de tierra en el que se alzan los dos puentes de Gundián. En primer lugar, una cuestión administrativa: el área en que los viaductos cruzan hacia la otra orilla del Ulla es la única de la provincia de A Coruña, junto a una pequena franja del concello de Padrón, que se ubica en el lado sur del río.

Pero hay más trazos poco habituales que convierten el paso de San Xoán da Cova en un enclave relevante. Y para eso hay que mirar, hacia el norte, hacia un promontorio venerado en esta región de Galicia: el pico Sacro. Desde aquí, y siguiendo hacia el sur, se ve a cielo abierto un afloramiento de rocas de cuarzo que, además de conformar un paisaje cautivador, ha impulsado la explotación minera. Hay, de hecho, leyendas que hablan de la existencia de un túnel desde la Cova do Pico, en la cumbre del Sacro, hasta el paso da Cova que atraviesan los dos puentes. Entre el Sacro y Gundián está la mina de Serrabal (unida a la historia del viaducto nuevo, como después contaremos) y más abajo, ya en la orilla sur del Ulla y en el ayuntamiento de A Estrada, la cantera de Erimsa. Son dos factorías de gran valor por la calidad de los minerales que se extraen.
Esta singularidad geológica es testigo, según destaca el geólogo Vidal Romaní, de la primera etapa de la formación geológica de Galicia. Una surgencia cuarcífera de gran pureza, algo poco habitual en una tierra granítica. Aquí se cree que se unieron las dos placas tectónicas que conformaban Gondwana, al sur, y Laurussia, al norte. Los vestigios de aquel encuentro resisten ante nuestros ojos en el Sacro, una formación de las catalogadas como inselberg, que alcanza los 533 metros de altura y se eleva notablemente sobre el valle del Ulla, siendo una referencia en el paisaje de toda la comarca.

El Ulla y sus meandros, poco a poco, con la ayuda del Deza, que confluye con él aguas arriba cerca de aquí, fue cavando estas rocas. Sin embargo, al contrario que en el resto de su trayecto, donde avanza entre extensas y suaves vegas, la garganta de San Xoán de la Cueva es mucho más pronunciada debido al cuarzo.
El primer puente: una hazaña en su tiempo
Varias son los puentes históricos que cruzan el Ulla en este tramo del curso medio del río. Hacia arriba, Ponte Ledesma acogió la mítica batalla en la Guerra de la Independencia entre los campesinos del ejército del Trasdeza y las tropas napoleónicas, y Ponte Ulla, finalizada alrededor de 1835, unos cientos de metros más abajo, da nombre al lugar por donde ahora también cruza, muy cerca, la carretera nacional entre Santiago y Ourense.
Pero cuando en la primera parte del siglo XX se diseñó la línea ferroviaria entre estas dos ciudades, que se extendía a su vez hasta A Coruña y Zamora, surgió la necesidad de salvar el Ulla por el paso de Gundián. Ya en el 1911 se hablaba en los periódicos de este trazado, pero no fue hasta 1958 cuando se inauguró la línea. Antes de su construcción ya se avanzaba al viaducto como «uno de los más pintorescos de España por la belleza del paisaje».

El puente es obra de Ricardo Barredo de Valenzuela, un reconocido ingeniero y constructor de otras infraestructuras en Galicia como el puente del Pedrido, en la ría de Betanzos. El arco central, que se reprodujo después en el puente moderno del alta velocidad, es la señal de identidad del viaducto. Apoyado sobre las peñas de cuarzo, y construido en piedra sobre entramado de hierro, sigue cautivando a quien se acerca a él, a pesar de empequeñecer frente al coloso hermano de hormigón. Contemplar en los periódicos de la década de los 50 las imágenes de la construcción, con una pasarela de madera y andamios colgados en el vacío por donde trepaban los operarios, llena a uno de vértigo. No es para menos, con cerca de 80 metros de altura sobre el lecho del río y casi 220 metros de longitud.
El segundo puente: el salto a la vanguardia aprendiendo del pasado
El avance a toda velocidad del siglo XX hizo que el enclave de San Xoán da Cova viviera una nueva transformación de la mano de la ingeniería. La línea del AVE también se trazó en este punto, y se ideó, para ella, una obra a imagen y semejanza del primer hito, del que apenas distan algo más de 100 metros en línea recta.
La nueva obra se comenzó en el 2008, después de años de litigios y controvertidas maniobras dirigidas por Juan Miguel Villar Mir, propietario de la mina de Serrabal, y su círculo de amistades políticas. El magnate exigió una multimillonaria compensación de 900 millones de euros (que luego la justicia redujo notablemente) por la afectación del trazado a la explotación de su valiosa cantera, de la que se extrae cuarzo con distintos usos industriales, como paneles fotovoltaicos o para la producción de ferrosilicio en la siderurgia.
La mina había sido descubierta en 1968 por tres empresarios de Carballo y Tordoia, de apellidos Señarís, Rama y Balboa. Ellos fueron quien dieron nombre, con sus apellidos, a Serrabal, según recordaba en 2007 el periodista Santiago Garrido. La vendieron cuatro años después de encontrar el filón, tras cansarse de buscar compradores, por nueve millones de pesetas.

Más allá de estos obstáculos, el nuevo viaducto y el tramo que atraviesa Serrabal (protegido de la actividad minera por un túnel), se finalizó tres años después, en 2011. En este puente las dimensiones son mucho mayores que las de su compañero: más de 630 metros de longitud y una altura máxima de 117 metros en uno de sus nueve pilares cimentados en el terreno, a los que hay que sumar otros cinco que reposan sobre el arco apuntado que imita a su antepasado, en este caso con una luz máxima de 168 metros.
La introducción de maquinaria más avanzada y el uso de las nuevas tecnologías permitieron que la construcción fuese igual de fascinante que la de mediados del siglo XX. Uno de los principales desafíos fueron las corrientes de viento que se producen en la zona, para las que hubo que adaptar medidas protectoras tanto en los pilares como en el tablero. Al tiempo que se avanzaba en las estructuras verticales se iba colocando la plataforma por donde debería transitar el ferrocarril y, a continuación, mediante un sistema de tirantes, se completó el arco. Todo se hizo con carros móviles que, desde las dos orillas, fueron avanzando hasta unirse con precisión milimétrica. La obra puede verse, en resumen, en este vídeo:
El nuevo viaducto, que hoy hechiza al verlo desde los miradores, pero también desde abajo, junto al lecho del Ulla, consiguió diversos récords y reconocimientos. En el momento de su construcción se convirtió en el puente más elevado de la alta velocidad en el territorio español, y recibió premios como el San Telmo a la mejor obra de ingeniería civil en Galicia (2011).
Vistas recomendadas
El paraje de San Xoán da Cova y sus puentes puede contemplarse desde diferentes perspectivas, y cada una de ellas acerca una visión y unos matices que las hacen merecedoras de visita:
– Mirador de Gundián: es el más conocido. Desde Puente Ulla, hay que tomar la AC-240 en dirección Arzúa. Alrededor de 1km después se accede al mirador, situado entre los dos puentes. Desde aquí se observa claramente la garganta de San Xoán da Cova.

– Mirador del Alto del Castro: panorámica sobre el valle del Ulla en dirección norte y sur, y también del afloramiento de cuarzo: en primer término puede verse la mina de Serrabal y, más al norte, a continuación hacia el Pico Sacro, que destaca en el horizonte. Puede accederse cruzando el puente antiguo de Ponte Ulla en el núcleo del mismo nombre y girando a la izquierda, en dirección a la capilla de Gundián. Otra opción es llegar desde el término municipal de A Estrada, hasta el lugar de Castro, en la parroquia de San Miguel.

IMPORTANTE: Se desaconseja el acceso a la vía del tren del viaducto antiguo, donde es frecuente el tránsito de ferrocariles y existe riesgo de accidentes.