Las piedras ‘abaladoiras’ van de la geología hasta la magia. Estas grandes rocas están apoyadas gravitacionalmente solo en dos puntos, de manera que es posible moverlas con un mínimo esfuerzo. Pero esta circunstancia casual hizo que, a lo largo de la historia, generaran una enorme leyenda sobre ellas, asociadas a ancentrales ritos de iniciación y adivinación.
En la Bretaña francesa son conocidas como ‘pierres branlantes’, mientras que en Escocia y Gales hablan de las ‘logan stones’. Plinio El Viejo ya escribió en el siglo I sobre una roca en Asia Menor que se podía ‘abalar’ con un solo dedo. Y Tolomeo hablaba de una roca xigonia que era inmensa pero se podía mover con facilidad…
En Galicia, abundan estas piedras abaladoiras, también relacionadas con rituales antropológicos propios del arco atlántico. Y, de entre todas ellas, la más famosa es la Pedra de Abalar de Muxía, ubicada frente al santuario de la Virxe da Barca, a pesar de que, tras romper un trozo hace años, ya no se mueve.
La leyenda dice que esta piedra, y otras ubicadas en este rincón donde el mar bate con fuerza, pertenecía a la barca del apóstol Santiago. La Pedra de Abalar sería la barca, la Pedra dos Cadrís sería la vela y completaría el mito a Pedra do Timón. La realidad, más científica, es que este tipo de rocas están labradas por la erosión del mar y del viento, de forma que durante mucho tiempo una de ellas podía ser movida con poco esfuerzo dados sus puntos de apoyo.
En Galicia fueron muy numerosas. El historiador Santiago Boado Aguinaga ha incluso señalado que existía una de estas rocas en las islas Cíes. Y rescató un artículo publicado en agosto de 1922 en ‘La villa de Mugía’ y titulado ‘La Piedra de la Barca’, basado en escritos del siglo XVII.
«En Galicia se tiene conocimiento de unos 32 ejemplares de esta clase, siendo el más importante de todos y el de más fama el próximo a la villa de Mugía. Entre los demás figuran el de Silva boa, próximo a la villa de Cea, junto al monasterio de Osera, en la sierra de Martiñáa, el del alto del Campo, a 39 km de Mondoñedo, en la carretera de Vivero, la “Pena de embade”, que hubo próxima a Ferrol, el peñasco que sirve de asiento a la ermita de Chamorro, que fue, al parecer, “pedra de abalar”, la de Pereiro de alfoz, la de Castromayor en Abadín, la de las islas Cíes, la de Meixide en Viana del Bollo, la de Laramuyo en Villalba…«, enumera el artículo.