En 2019, 84 millones de turistas extranjeros llegaron a España. Esa cantidad este año se verá reducida brutalmente y sin precedentes históricos de los que, al menos, aprender. La velocidad exponencial con la que todo cambia crea escenarios con tanta incertidumbre que cualquier pronóstico o tendencia se queda obsoleta en menos de una semana. En un entorno tan inestable, ¿cómo buscar soluciones y de qué tipo?
El sector del turismo es muy diverso, en su conjunto abarca muchos otros subsectores que contribuyen directamente al PIB generado por el sector, como son alojamientos, actividades inmobiliarias, restauración, transporte por carretera, ferrocarril, marítimo y aéreo, alquiler de vehículos, agencias de viajes, industria cultural y actividades y experiencias.
En 2019 aportó al PIB el 12% y supuso el 13% del empleo, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Según un informe elaborado por American Express y el lobby del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés), su contribución al PIB es mucho mayor, superior al 15%, ya que agregan para el cálculo actividades indirectas como el comercio, entre otros.
Según la Ministra de Turismo, Reyes Maroto, en una entrevista al diario El País el pasado 12 de abril, el retorno a la normalidad se basará en dos conceptos: uno, el de España como destino seguro desde el punto de vista sanitario, y otro, el de persona segura, en el sentido de garantizar que las personas que vengan a España estén libres de coronavirus.
Para la ministra, estimular la demanda del sector pasará este año por estimular, sobre todo, el consumo interno, primero, para compensar la caída de visitantes internacionales y, segundo, porque las fronteras permanecerán cerradas mientras la crisis sanitaria no remita.
Ante esta situación, donde nadie es capaz de acotar con certeza la duración e intensidad de la crisis, se hace necesario comprender cuáles son los principales desafíos a los que nos enfrentamos. Desafíos que son comunes a muchos otros sectores de la actividad económica, pero que en el caso del turismo adquieren mayor relevancia, ya que, por sus propias características, se espera que sea uno de los últimos en recuperarse. Hecho que se verá agravado por la tipología de empresas que lo componen: pequeñas y medianas.
En 2019 aportó al PIB el 12% y supuso el 13% del empleo
Los escenarios temporales que se perfilan en los próximos meses parecen ser de tres tipos: el primero y más inmediato, aquel que tiene ver con la ayuda financiera y fiscal de los gobiernos nacionales y autónomos (y, por supuesto de la UE) y que deberían ser las suficientes para ayudar a compensar las pérdidas, aún incalculables.
El tejido del sector turístico es muy desigual, las necesidades de cada subsector son diferentes y los límites financieros y de endeudamiento del Estado limitados. En este sentido, es importante saber lo antes posible hasta dónde puede llegar ese endeudamiento y durante cuánto tiempo, para evitar la quiebra de muchas de las empresas que componen el sector.
El segundo escenario se produciría cuando se levante el confinamiento y podamos retomar algunos de nuestros hábitos anteriores (aunque con muchas restricciones). En este caso, el estudio epidemiológico a 60.000 personas que el Instituto Carlos III y el Instituto Nacional de Estadística (INE) desarrollarán, para determinar el grado de inmunidad de la población, parece determinante para marcar la evolución de las restricciones de salud a las que estamos sometidos. Hasta que se conozcan estos resultados, será difícil adivinar cómo será la desescalada. La única certeza, parece ser, aún con unos resultados positivos de este estudio, y mientras no dispongamos de una vacuna, la de seguir manteniendo la distancia social junto con las normas de higiene y seguridad.
Este escenario a medio plazo implica necesariamente para los destinos, hoteles, restaurantes y empresas de servicios del sector, la búsqueda rápida de soluciones para acomodarse a protocolos de seguridad completamente inéditos hasta el momento.
La tipología de empresas de este sector, muchas de ellas PYMES, y su falta de liquidez derivada de la propia crisis (y arrastrada en muchos casos aún desde la crisis anterior de 2008) marcarán la diferencia a la hora de implementar, o no, los nuevos protocolos e innovaciones tecnológicas necesarias para dar confianza a la sociedad en general.
Otra variable que afectará negativamente es la reducción de la renta media disponible por persona, y de su parte correspondiente para gastar en vacaciones, que será menor este año debido a la crisis. Por eso, iniciativas como la del “Bono Vacanze”, que pretende poner en marcha el gobierno italiano, parecen ser un incentivo útil.
A más largo plazo, un tercer escenario, que se puede extender más allá de cuando se disponga de una vacuna, vendrá marcado por las innovaciones y protocolos de seguridad que el sector del transporte, especialmente el ligado al turismo, con una demanda de viajeros mermada, tendrá que acometer en los próximos meses para acomodarse a las nuevas normas de seguridad nacional e internacional. Es una incógnita, en este caso, si el número de viajeros se reducirá por trayecto y como eso repercutirá en el coste de los viajes. Todos estos cambios es posible que permanezcan en el largo plazo y cambien nuestra forma de viajar en el futuro, como sucedió tras el 11-S.
Retos enormes, y difíciles de abordar, que provocarán la quiebra y expulsión del mercado de aquellas empresas que no tengan la capacidad económica para abordarlos. Por eso, y porque serán las que más tiempo soporten la crisis, las ayudas fiscales y crediticias del Estado y de las Administraciones Autonómicas serán vitales en este sector.
No obstante, hay también muchas oportunidades para que las Administraciones Públicas responsables del turismo planteen nuevas políticas, que, a diferencia de algunas actuales, debieran estar centradas en el fomento de un turismo más responsable y rico en contenidos, más próximo y diferenciador.
Es un buen momento para poner en valor recursos del patrimonio natural y cultural que ahora están menos promocionados, lo que supondría un revulsivo para aquellas zonas rurales con espacios naturales singulares.
También las agencias de viajes pueden tener, en esta época de reconstrucción, una buena oportunidad, debido a la mayor confianza que otorgarían a los clientes los viajes organizados, con recomendaciones de hoteles, empresas y guías más próximos al destino. Para los guías turísticos supone también la posibilidad de ofrecer nuevos y diferentes servicios y contenidos.
Grandes retos, inéditos, y que, sin dejar de atender al corto plazo en este momento, requieren de soluciones para empezar a dar respuesta a los cambios que vendrán.