Latitud 43º 47′ 23.6″ N, longitud 7º 41′ 17.9″W. Son las coordenadas que nos indican que estamos en la punta más septentrional de la Península Ibérica: en Estaca de Bares, un cabo que también nos marca la divisoria geográfica entre el océano Atlántico y el mar Cantábrico.
Estas coordenadas están en todas sus cartas de presentación, como los están sus espectaculares y batidos acantilados que separan las rías de Ortigueira y O Barqueiro; el faro situado en el extremo norte del cabo, en funcionamiento desde 1850; el viejo puesto de alerta Semáforo de Bares reconvertido en un coqueto hotel de naturaleza; su estación ornitológica en la que es posible pernoctar (hasta cuatro personas) y las ruinas de la que fuera base de seguimiento aeronáutico de Estados Unidos.
Geografía y naturaleza se alían para hacer de este enclave el mejor punto de observación de pájaros de Europa, un paraíso para los numerosos especialistas y aficionados que se acercan a este lugar -sobre todo entre septiembre y diciembre- para ver el paso de miles y miles de aves del Atlántico, el Mediterráneo y el Ártico en su travesía hacia lugares más cálidos. Fue declarado Sitio Natural de Interés Nacional en plena Segunda República, en el año 1933.
Británicos, finlandeses, holandeses, franceses, alemanes, belgas… sin olvidarnos de los peninsulares constituyen cíclicamente pequeños babeles con un interés común: observar y estudiar el comportamiento del sinfín de aves que pasan ante sus ojos, entre ellas el alcatraz atlántico, pardelas (cenicienta, balear, pichoneta…), cormoranes (grandes, moñudos) o charranes (común, ártico, patinegro). Siguen la senda abierta en 1954 por los británicos Owen, Snow y Moreau, que entre el 6 y el 9 de octubre, tuvieron ocasión de observar desde esta atalaya un abundante paso de alcatraz atlántico y negrón común, tal como recoge la primera referencia constatada de presencia de ornitólogos en Bares (Owen et al., 1995)
Asimismo son muchas las personas que se acercan hasta el cabo de Estaca de Bares, en el municipio de Mañón (A Coruña) para disfrutar de la fiereza con la que el mar arremete contra sus acantilados graníticos y de sus espléndidas vistas y admirar el Faro, levantado a 101 metros de altura sobre el nivel del mar en el montículo Ventureiro y que está en funcionamiento desde el 1 de septiembre de 1850. En sus dependencias funcionan en la actualidad entre otros servicios, una estación meteorológica y una estación DGPS para la navegación marítima, última tecnología mundial de ayuda a la navegación.
En el entorno encontramos también las ruinas de una antigua base militar americana, gestionada por los Guardacostas de los Estados Unidos que estuvo en funcionamiento desde principios de los años 60 del pasado siglo como una base LORAN (Long Range Navigation) hasta 1978. Desde entonces estuvo en manos de la Fuerza Área de EE.UU hasta 1991, cuando fueron abandonadas. Hoy en día son historia.
Además de su contrastado interés ornitológico, el cabo de Estaca de Bares es, sin duda, un lugar de gran valor natural, paisajístico y, por qué no sentimental. No en vano fue el último tramo de tierra gallega visto durante décadas por los miles de emigrantes que navegaban rumbo a América, en busca de un futuro mejor. Si espectaculares son las vistas desde el Faro, no menos impresionante es el camino que desciende desde la Estación Ornitológica hacia el mar con una hilera encadenada de molinos de agua, todo un ejemplo de arquitectura popular gallega que merece la pena conocer.
– Dónde dormir:
Estación Ornitológica de Estaca de Bares
Alojamientos en Estaca de Bares
– Dónde comer:
– Qué ver: