El Entroido es una de las fiestas populares más celebradas en toda Galicia. Hoy se entiende como un tiempo lúdico, para disfrutar de la gastronomía típica, o mismo hacer bromas. Sin embargo, la larga tradición de este festejo esconde un sentido completo, y también la respuesta a múltiples incógnitas en torno al mismo. ¿Cuál es su origen? ¿De dónde viene su nombre? ¿Por qué se usan máscaras o se come cocido? He aquí un pequeño viaje por las raíces del Carnaval gallego.
“El Carnaval tradicional fue concebido como la celebración del mundo al revés, el escenario de todo lo que está mal visto hacer el resto del año”, explica el antropólogo de la USC Xosé Ramón Mariño. “Antiguamente, el sentido del Carnaval se entendía frente a la Cuaresma, que en el cristianismo es el tiempo de la penitencia, de la pureza y de pedir perdón por los pecados”, señala Mariño, quien aclara que esta manera de concebir el Carnaval ya no tiene tanto peso en la actualidad.
Según el investigador, en aquel momento el Carnaval era lo que en términos matemáticos se conoce como “una demostración por reducción al absurdo. Si durante todo el año las personas hicieran trastadas o pecaran de gula, lujuria y pereza, el mundo sería absurdo, y esas son las conductas que se representan en el Carnaval”. Por lo tanto, esta celebración tendría un cierto componente pedagógicoa. “También por este motivo, cuando finalizaba el Carnaval, eras juzgado y condenado porque, de prolongarse en el tiempo, llevaría al desastre”, prosigue. “Y junto con él, se juzga todo lo que se hizo mal durante el año, para no volver a caer en los mismos errores”.
Aspectos de origen muy diverso
La relación, aunque sea por oposición, entre Carnaval y Cuaresma se refleja también en el calendario, dado que el primero se hizo en función de la segunda, que a su vez depende del Domingo de Pascua, “la fiesta central del cristianismo” según Mariño. “La primera Cuaresma data del siglo IV, y no fue hasta la Edad Media que surgió el Carnaval”, añade el antropólogo, quien subraya los escasos datos al respeto del origen de esta fiesta, dado que antes “no se estudiaban tanto las costumbres populares”.
Ana Isabel Boullon, del departamento de Filología Gallega de la USC, también avala el tándem Carnaval-Cuaresma, mas en este caso acude a la vertiente etimológica. “La palabra gallega Entroido tiene origen en el latín introitus, que significaba entrada (de la Cuaresma), derivada de introire, que significa entrar”. Esa es la forma estándar pero, de acuerdo con el Instituto de la Lengua Gallega de la USC ( ILG), en Galicia también se documentan otras variantes que hacen referencia la esta celebración, como antroido, entruido o entrudio.
El experto concluye que “en cuanto a su sentido, podemos hablar del Entroido como una fiesta del cristianismo, pero toda religión tiene aspectos de origen muy diversa, por lo que no debe sorprendernos que, a su vez, esta celebración pueda presentar características del judaísmo, del paganismo grecolatino…”.
Las fechas clave
“El Domingo de Carnaval se fija en el calendario siete semanas antes del Domingo de Pascua, que es el inmediatamente posterior a la primera luna llena tras lo equinoccio de primavera”, señala Mariño. Por lo tanto, cada año varía la fecha de este festejo. Sin embargo, independientemente de cuando coincida, en Galicia hay una serie de días clave que vienen marcados por el Domingo de Carnaval, y que están relacionados con la faceta de crítica social de esta celebración.
En el Domingo Oleiro, un grupo de personas reunidas en una plaza y dispuestas en círculo lanza ollas de barro a su compañero del lado, quien debe atraparlas y lanzarlas al siguiente. “A medida que avanza el juego, estas van cayendo y rompiendo, y dicha ruptura simboliza la pérdida de la virginidad, que en el pasado se relacionaba con la lujuria”, explica Mariño. En una línea semejante, la actividad del Domingo Corredoiro consistía en “correr detrás de un gallo hasta atraparlo y, finalmente, matarlo. Esto tiene que ver con la fama de lujurioso que tradicionalmente se asociaba a este animal, y su muerte era símbolo de condenar los vicios”.
Coincidiendo en fecha con el Domingo Oleiro, la tradición del Domingo Fareleiro es la de lanzar farelo (la parte externa del grano de trigo) a los viandantes. “El farelo era la comida que se le daba a los animales, por lo que este juego tiene que ver con la faceta del Carnaval que habla de liberar la parte animal del ser humano en estos días, que hace falta reprimir el resto del año”, dice Marino. “Al echarse el farelo unos a los otros, se están llamando animales de manera simbólica”. Por otra parte, los Jueves de Compadres y Comadres, relacionados con la crítica social, apelan “a la tradicional rivalidad entre hombres y mujeres. La actividad consiste en hacer un muñeco que represente a los contrarios, burlarse de él, y concluir con su quema”.
El Domingo y el Martes de Carnaval son los días grandes de la fiesta. “En ellos salen a las calles las máscaras tradicionales más relevantes que, además de vestirse, actúan conforme a la figura a la que representan”, indica el antropólogo. En algunas zonas, como Laza, el Martes de Carnaval hay tradición de lanzar hormigas a los peatones, “como emblema de que la celebración llega a su fin. La hormiga, que encarna el trabajo, simboliza que es momento de dejar atrás el Carnaval y la pereza asociada al mismo, y volver a la vida cotidiana, dentro de la cual se enmarca el trabajo”, explica.
“En muchas zonas de Galicia, la tradición ensanchó el Carnaval hasta el Miércoles de Ceniza, primer día de la Cuaresma, en el cual se lleva a cabo el Entierro de la Sardina”, explica el experto. Añade que “antaño se trataba de una sardina salada, una tapa tradicional que se daba en los bares y llevaba a beber más vino, motivo por el cuál es el símbolo del Carnaval. El entierro invierte las características de un entierro cristiano: el cura no es cura, el agua bendita es un agua cualquiera y, en lugar de incienso, se quemaba algo que oliera mal”. Esto concuerda con la consideración del Carnaval como “el mundo al revés”.
El Carnaval a través de las máscaras
Las máscaras son un elemento fundamental de esta celebración, aunque ese aspecto mudó en la actualidad y cualquier disfraz es válido. En el Carnaval tradicional, las máscaras tenían un sentido acorde al del resto de la fiesta. He aquí algunas de las más destacables en Galicia.
El peliqueiro de Laza, el cigarrón de Verín y el felo de Maceda representan la parte animal del ser humano. Llevan elementos propios de los animales, como pelicas o chocas, y no pueden hablar. “La idea de representar la carnalidad a través de un animal viene de los autos sacramentales de la Edad Media (mientras que el alma se ilustraba como una chica alada)”, aclara Mariño. “Dicha representación puede ser un animal en abstracto, que es el caso de estas máscaras, o un animal como tal, por lo general aquellos que según la cultura popular tienen más fama de lujuriosos. Un buen ejemplo de esto es el oso de Salcedo, otra máscara popular gallega”.
Frente a las representaciones de animales, también hay varias representaciones de demonios, ya que “el tiempo carnal es el tiempo del ‘demo’, frente al resto del año, que se consideraba tiempo de Dios”. Un caso es lo de los boteiros de Viana do Bolo, que vienen “del personaje de la literatura del Siglo de Oro Pepe Botero”, indica Marino. Otro caso es lo de las pantallas de Xinzo de Limia, cuyas máscaras “representan a un diablo burlón, que simboliza la carnalidad divertida. Dentro de esta tipología también se encuadran los folións de Manzaneda”.
Otra máscara típica es la de madamas y galanes, con “mucha representación en Pontevedra, especialmente en Vilaboa”. Este disfraz consiste en vestir trajes muy elaborados, con sombreros decorados y ropas elegantes. “Según las culturas gótica y románica, así como en el teatro del Siglo de Oro, la lujuria es representada como una dama que solo piensa en la apariencia física, otro defecto de la carnalidad que aflora en el Carnaval”, explica el docente de la Facultad de Filosofía.
Hace falta mencionar una máscara más, relacionada con el aspecto social del Carnaval, la de los generales del Ulla, que “no representan la carnalidad pero sí el mundo al revés, ya que son un ejército de recochineo”. Esta máscara “simboliza la rivalidad entre parroquias y la defensa de la propia, y finaliza concluyendo que la relación entre vecinos tiene que ser de cordialidad”.
Una celebración a tumba abierta gastronómico local
La comida típica de Carnaval tiene relevancia en tanto una de las características de esta fiesta es la abundancia en el almorzar. Además, los platos típicos llegan a ser considerados productos valiosos y representativos de la cocina local. “El tiempo de Carnaval coincide con la matanza del cerdo, por lo que los productos derivados de este animal son predominantes”, aclara Xosé Ramón Mariño. El experto explica que en la Galicia oriental son típicos los embutidos como el botillo y la androlla, mientras que platos como el cocido (que tiene mucha fama en Lalín) o el lacón se consumen en todo el territorio. Este último suele acompañarse de grelos, una verdura muy típica en Galicia con especial renombre en As Pontes de García Rodríguez.
Mariño ponen énfasis en las filloas, también propias de todo el territorio. “Las hay de muchos tipos, dulces y saladas, de caldo y de sangre. Estas últimas son típicas de Lalín o Porto do Son, entre otros”, apunta. Las orejas son una de las sobremesas más características de esta fiesta, comunes a toda Galicia. El antropólogo también llama la atención sobre la bica, que es típica de la zona de Trives.
Mariño concluye que el Carnaval responde a un modelo binario por oposición (el bien frente al mal, Dios frente al ‘demo’, el alma frente al cuerpo,…). “Esto no debe sorprender, ya que este modelo está presente en muchas religiones, y una de ellas es el cristianismo, donde se encuadra el Carnaval tradicional”, explica. En la tradición gallega, el Carnaval es un tiempo del demo, pero permitido. “Puede ser hasta divertido, pero tiene que servir para demostrar que no podemos vivir en un Carnaval permanente se queremos evolucionar de manera civilizada”, apunta.
En ese aspecto, Mariño compara el Carnaval “con el que sucede en la escultura románica de algunas iglesias, también en Galicia”, en referencia a los canzorros en los que se representan los vicios. “Es lo que se llama románico erótico: representar los pecados para enviar el mensaje de que hace falta evitarlos pero, al fin y al fin y a la postre, representarlos”.