Hace 9.300 años, una pastora de entre 20 y 40 años iba caminando con su rebaño de uros (unos ancestros del buey) por la parte norte de la sierra de O Courel, en la provincia de Lugo. Llevaba ya a sus espaldas una vida dura, igual que la tuvieron muchos de sus ‘vecinos’ a lo largo de los siglos: tenía secuelas de un traumatismo craneoencefálico, artrosis y un déficit alimentario. Recorría el mismo camino que aún hoy siguen usando los habitantes de la zona para superar las cumbres y pendientes de la sierra, desde donde hay una buena panorámica del entorno. Elba – así la llamaron porque significa en la lengua celta ‘la que viene de las montañas – y los uros iban de paso, ya que era una zona rocosa, sin pastos de provecho. Había nieve, igual no mucha, pero la suficiente para esconder una dolina, un agujero vertical que se forma en los terrenos calcáreos debido a la erosión. No se sabe qué pasó, pero Elba y los uros cayeron al fondo del agujero, y ya no salieron hasta que, 9.000 años después, unos espeleólogos encontraron sus restos en lo que hoy se llama Chan do Lindeiro.
Fue el punto de partida de una investigación en la que participaron durante casi 20 años científicos de diversos campos. El trabajo culminó en 2016, y, el año pasado, el número 39 de los Cadernos do Laboratorio Xeolóxico de Laxe ofreció una serie de artículos sobre la historia de Elba. En la revista se resumían los estudios que hicieron posible reconstruir como fue la vida y la muerte de esta pastora del Mesolítico. Este sábado 10 de noviembre, los científicos regresarán a las tierras de Elba para compartir la historia con sus ‘vecinos’. Será en la Estación Científica de O Courel, en Seoane, a las 10.30 horas.
Será una ocasión única para escuchar a toda la gente que hizo posible este avance. «Es difícil encontrar un equipo más completo y especializado, y que además esté trabajando en Galicia, no desparramado por el mundo», señalan desde la USC, que gestiona la estación científica. Hablarán en O Courel Fernando Serrulla (forense), Marga Sanín, artista forense autora de la reconstrucción facial de Elba, Marcos Vaqueiro (espeleólogo), Gloria González (especialista en ADN y Biología Molecular), Aurora Grandal (paleontóloga) y Juan Ramón Vidal Romaní (geólogo).
La vida de Elba en O Courel
Elba vio y vivió un paisaje muy distinto a la Galicia de hoy. El nivel del mar estaba 32 metros por debajo del actual, por lo que las rías ni siquiera existían y eran simples valles fluviales que aún no estaban inundados por el mar. Había pasado ya el máximo de la última glaciación, pero seguía haciendo más frío que hoy. Por tanto, en las montañas de O Courel la vida era aún más dura.
A partir del análisis de los restos de la mujer y de los uros, parece probable que cayeron en el mismo momento a la cueva, por lo que es posible que entre ellos hubiese «un incipiente episodio de domesticación» semejante al pastoreo.
Lo que se sabe de ella está en sus huesos, que fueron estudiados por Fernando Serrulla y Marga Sanín. En aquel día en que caminaba por O Courel, tenía entre 20 y 40 años y medía entre 150 y 152 centímetros. Antes de acabar su existencia en aquel agujero, ya había tenido una vida de penurias.
En el cráneo, por ejemplo, hay señales de una hiperostosis porótica en el hueso parietal, lo que se traduce como una apariencia esponjosa del hueso que es habitual en los casos de desnutrición crónica. Y además hay una parte algo hundida, que se debe a un traumatismo que ocurrió antes de la muerte, y que le causó una pequeña fractura.
Elba tenía serios problemas de salud: artrosis, malnutrición y posibles daños neurológicos por un traumatismo craneal
Los restos de los dientes también muestran señales de deterioro. Y las vértebras denotan una artrosis, «sorprendente en una persona aún joven», pero que se puede explicar con el déficit alimentario. Para finalizar, hay otra fractura por estrés en un metatarso, lo que podría hacerle caminar con dificultad.
En conclusión, Serrulla señala que posiblemente los problemas de malnutrición habían comenzado ya en la infancia, sobre los siete años, y que marcaron el resto de su vida al debilitar sus huesos de manera irreversible.
La caída
La cueva de Chan do Lindeiro ya existía mucho antes de que Elba naciese. Pero la dolina por la que cayó junto a los uros se abrió, posiblemente, en su misma época. Hay varias pistas que lo explican. Los investigadores Juan Ramón Vidal Romaní, Aurora Grandal y Marcos Vaquero exponen que «la apertura de la dolina debió de suceder posiblemente hace 9.300 años, porque Elba y los uros aparecieron en el fondo de la cavidad; es decir, no existía un relleno en la dolina antes de su caída. Y también se explicaría así la coincidencia en la edad de apertura de la dolina y de los restos fósiles el hecho de que el trazado del camino había coincidido con el hueco de la dolina, pues se habría desviado antes, impidiendo la caída de Elba y de los uros», aclaran.
Fue, por tanto, una fatal coincidencia. El colapso de la dolina y la posible existencia de nieve que la había ocultado pudieron provocar el accidente. Los restos aparecieron a unos 20 metros de profundidad, junto al de un oso de las cavernas que también cayó en el agujero. Era una trampa natural que fue la tumba para muchos seres vivos, al igual que el cercano yacimiento de Valdavara, en Becerreá.
La muerte
Hay evidencias que señalan que el agujero en el terreno por el que cayeron se produjo en la misma época en la que vivieron
Es difícil fijar con claridad la causa última de la muerte, segundo establecen Serrulla y Sanín en su estudio. «Las circunstancias del hallazgo no nos permiten determinar la existencia de fracturas traumáticas en el período previo a la muerte. Sin embargo, el examen de los bordes de fractura posteriores de los huesos indican que posiblemente no las hubo».
Así, parece que las causas hay que buscarlas en la inanición y en las duras circunstancias previas de la vida de Elba por O Courel. «Hay múltiples señales de problemas de nutrición» y, según indica el estudio forense, podría considerarse que el traumatismo craneoencefálico sufrido tiempo antes del accidente le causó a Elba «limitaciones neuropsicológicas» por las cuales, sumadas a los problemas físicos, «no sabía o no podía alimentarse de forma idónea en una época ya de por sí muy difícil para vivir en el mundo».
Con todos estos datos, Fernando Serrulla y Marga Sanín, que ya le habían puesto hacia el asesino Manuel Blanco Romasanta, realizaron una aproximación facial de Elba que presentaron también en la revista del Laboratorio Xeolóxico de Laxe. Señalan, con todo, que es una aproximación «con un importante margen de error» debido, sobre todo, la ausencia de huesos de la parte inferior de la cara, la que corresponde al rostro.
En todos estos detalles se profundizará en la sesión que tendrá lugar este sábado en Seoane do Courel.
Referencias:
Cadernos do Laboratorio Xeológico de Laxe (nº 39), en este enlace.
Excelente información de nuestros antepasados.
Resulta curioso, una pastora de 9300 años, cuando los primeros/as pastores en la peninsula llegan con el Neolítico en torno al 5600. ¿Y como se sabe que estaba pastutando?, ¿y no huyendo? ¿Son cohetanios los uros y los restos humanos? Hay muchas más preguntas que respuestas antes de afirmar que era pastora e iba paseando con su rebaño. ¡Un poquito de seriedad!
y no encontraron ningún objeto con ella? un cuchillo de piedra, un hacha, cualquier abalorio?
Enhorabuena por el trabajo. Apasionante