Miles de rayos caen todos los días en nuestro planeta, tanto en invierno como en verano, poco importa. Esas descargas eléctricas de gran intensidad, pueden llegar a suponer la muerte de las personas o de los animales si son alcanzados, la destrucción de una vivienda o de un monumento, y hasta la pérdida de un bosque por los incendios que pueden provocar. Protegerse en caso de tormenta eléctrica es importante y aconsejable, sobre todo cuando vemos el relámpago y poco después oímos el trueno.
Jorge Mira, catedrático de Electromagnetismo de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), nos explica el cálculo que nos puede ayudar a evitar riesgos, si el mal tiempo nos coge de improviso:
“La visión del relámpago y el ruido del trueno que nos llega son dos fenómenos que nos permiten saber a qué distancia se están produciendo las descargas, porque la luz nos llega de manera prácticamente inmediata, mientras que el sonido se va propagando a la velocidad del sonido en el aire, que son unos 340 metros por segundo. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es contar los segundos que hay desde que aparece el relámpago hasta que nos llega a nosotros el ruído del trueno. De este modo, si pasan 3 segundos desde que vimos el relámpago hasta que oímos el trueno, eso quiere decir que el rayo cayó en un punto que está a un kilómetro de nosotros”.
Una cometa y una llave para protegernos de los rayos
Ficción o realidad, la historia cuenta que en el siglo XVIII Benjamin Franklin, científico y uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, empleó como herramientas una cometa y una llave para conseguir atraer las descargas eléctricas de las nubes hacia un punto determinado en el suelo. Fue así como Franklin inventó el primer pararrayos de la historia, creando un canal de preferencia para la descarga de los rayos en un núcleo de población, por ejemplo.
“Para entender cuál es el fundamento de un pararrayos tenemos que hacernos una idea de cómo funciona la llamada electroestática, es decir, cómo se acumulan las cargas eléctricas en la superficie de un objeto. Si tenemos un objeto plano, pero que de repente tiene una punta, una parte que sobresale, las cargas eléctricas se van a concentrar preferentemente en esa zona. Por lo tanto, desde la parte más alta de una nube que está cargada y que está deseando soltar el exceso de potencial eléctrico, al mirar para el suelo, va a tender a dirigirse al punto que tenga más densidad de carga, porque esa es la zona que está pidiendo reequilibrar esa carga. Como digo, las puntas van a ser los lugares en los que preferentemente caiga un rayo y esa es la idea del invento de Franklin: que el pararrayos sea una punta que sobresale más que nada a su alrededor”, nos dice el catedrático de la USC.

Los rayos pueden y deben caer siempre en el mismo lugar
Jorge Mira sonríe ante la pregunta de si las descargas eléctricas pueden escoger dos veces el mismo objetivo y nos recuerda que los pararrayos, justamente, están hechos para eso, para que los rayos caigan siempre sobre ellos neutralizando así el peligro en la zona que los rodea.
En los lugares sin protección, el científico precisa: “Cualquier zona que sobresalga, por ejemplo un árbol en una llanura, va a hacer un efecto análogo al pararrayos. Ese árbol va a ser el punto en el que va a haber mayor acumulación de carga, y, por lo tanto, va a ser el punto más probable en el que caiga ese rayo varias veces. Pero además de la morfología, hay otra circunstancia que puede ser importante, la propia conductividad del terreno. Si estamos en una zona en la que existe una presencia importante de metales o en la que la conductividad es más alta por alguna razón, eso va a favorecer también que ahí caiga el rayo”.
Los árboles, la peor elección para protegernos de la tormenta
Mira también evoca el azar como explicación de la caída de un rayo en un lugar sin características determinantes y preconiza el uso de un pararrayos, si la situación se repite y el riesgo es importante. “Hay una parte que es azarosa, tenemos que tenerlo en cuenta para no estar extremadamente preocupados si alguna vez cayó un rayo en un lugar que no tenga características acusadas. Pero si vuelve a ocurrir y el riesgo es importante, lo mejor es pensar en un pararrayos. Si tienes una granja de vacas y un rayo mató a cuarenta animales y al año siguiente volvió a suceder, pues lo normal sería instalar un sistema de protección como el pararrayos. En este caso no hay duda”, afirma.
El catedrático de Electromagnetismo nos aconseja, para finalizar, evitar siempre ser la punta más sobresaliente de un lugar si nos encontramos en una zona muy llana, en caso de tormenta eléctrica. «Refugiarse bajo un árbol sería una equivocación porque me encontraría justamente cerca del elemento que más sobresale en el terreno. Esto es válido para los árboles o para cualquer otra cosa que sobresalga. Ése no sería el lugar ideal para protegernos”.