Conviven con nosotros desde hace miles de años. Son amigos y amigas fieles, que nos ayudan en los peores momentos y disfrutan de los mejores. Pero a pesar de todo el tiempo compartido, quedan muchas creencias inexactas y mismo erróneas sobre ellos. Pasa, por ejemplo, con el asunto de los huesos: ¿Cuántas veces hemos visto en la ficción como disfrutaban royendo un trozo de esqueleto? ¿Por qué nos asustamos tanto al pensar en algunas razas que parecen muy agresivas y peligrosas? ¿Es verdad eso de que si mueven el rabo están muy felices? No siempre es así, por lo que hace falta puntualizar muchos mitos sobre los compañeros caninos.
Las vacunas
Algunos mensajes animan a evitar el contacto de los cachorros con el mundo exterior hasta que se complete el calendario de vacunación, que se extiende durante los primeros meses de vida del animal. ¿Pero es esto recomendable? «Es muy importante que al principio los perros salgan a la calle, antes de acabar el período vacunal, porque el período de socialización de los perros es un momento muy sensible«, advierte Ángela González Martínez, doctora en Veterinaria, profesora de la USC y responsable del servicio de Medicina del Comportamiento en el Hospital Veterinario Universitario Rof Codina de Lugo.
De esta manera, «todo aquello que los perros vean en ese tiempo van a considerarlo normal, y lo que no vean, no. Por ejemplo, si no ven personas, tendrán miedo a las personas, si no ven otros perros, tendrán miedo a otros perros… Este período va desde las tres semanas a los tres meses, aproximadamente», continúa Ángela González. La vacunación, añade, acabaría más allá de los cuatro meses, por lo que recluir a los animales hasta ese momento puede tener consecuencias negativas. «Si no los sacamos hasta completar las vacunas, van a perder mucha socialización, adquirirán miedos y problemas de comportamiento. Algunos de ellos podrán solucionarse después con terapia, pero tendrán dificultades. Con la primera vacuna ya pueden salir a la calle; eso sí, debemos tener un cierto cuidado con no juntarlos mucho con otros perros, sobre todo se no sabemos cuál es su estado vacunal, pero desde luego sí que pueden salir y socializar», resume la veterinaria.
La dominancia y la jerarquía
Otro de los errores basados en mensajes distorsionados es el que gira alrededor de la necesidad de establecer dominancia y una relación de jerarquía con ellos. Porque esto también puede causarles problemas.»Adoptar el papel de alfa-rol, de intentar ser ‘el jefe’ por la fuerza, es algo que está contraindicado, porque lo que puede hacer es empeorar el vínculo con el animal y desencadenar problemas de agresividad», destaca González.
Así, «para muchos etólogos, aunque hay matices dependiendo del autor que consultemos, es una situación probabilística». Ángela González lo ejemplifica de este modo: «Si yo cojo, por ejemplo, el teléfono móvil, y estoy con él todo el tiempo, sería la dominante respecto a él. Y si lo hago con muchos más objetos, yo estaría por encima en la escala jerárquica, porque el conjunto de relaciones de dominancia puede traducirse en una jerarquía», expone la veterinaria.
Este tipo de situaciones podría darse en los perros a la hora de encontrar una pareja reproductiva, en cuestiones de alimentación, etc. Sin embargo los vínculos que se tejen entre ellos, y también con los humanos, son muchos, distintos y complejos. «Hacen relaciones con cada individuo de una manera diferente, y eso se traduce en una socialización compleja, que va más allá de ir por encima o debajo en la escala jerárquica. En algunos grupos de perros sí podríamos decir que se establecen niveles, pero en general no se puede establecer este tipo de jerarquías», resume la investigadora.
Los huesos
Guardar los huesos para que coman los perros es algo que se hace en muchas casas, y que vemos muchas veces en la ficción. Pero hay que tener cuidado. «Se dice que comer huesos, para los perros, es cómo fumar: hay quien lo hace toda la vida y no le pasa nada, y alguien que lo hace solo una vez tienen que entrar al quirófano; lo cierto es que pueden producir obstrucciones intestinales, desgarros, etc. Es algo que no le deberíamos dar», aclara Ángela.
El rabo
Es otro de los mitos más extendidos: si el rabo se levanta y se mueve ágilmente, el animal está feliz. Ángela González matiza y precisa: «Lo que indica es excitación, y por ejemplo, cuando dos perros machos se presentan, con la cola erguida y en movimientos pequeños, probablemente vayan a pelear». Aclara la veterinaria que, para indicar un estado más semejante a la alegría, «la cola está más baja, y oscila en movimientos muy amplios».
Las razas peligrosas, ¿también agresivas?
Desde hay más de 20 años está en vigor a ley sobre animales potencialmente peligrosos, que establece medidas especiales en caso de tener determinadas razas de perros. «La ley, tal y como está, no tiene mucha base científica», sostiene Ángela González. Así, «los perros de razas potencialmente peligrosas no son más agresivos que los de otras razas; como es lógico, si es un perro con conductas agresivas, obviamente es un problema por su fuerza en la mandíbula, su mordida… Pero no son los más problemáticos». En este sentido, destaca la investigadora que algunos estudios destacan que las razas más agresivas son otras sobre las que se transmite una imagen más benévola, como los teckel, el caniche o el cocker.
Con la colaboración de
Referencias:
– Dominance in domestic dogs—useful construct or bad habit? (Publicado en Journal of Veterinary Behavior)
– Why nobody will ever agree about dominance in dogs (Publicado en Journal of Veterinary Behavior)
– Posicionamiento del GrETCA sobre la socialización en el perro.