Las hormigas, ¿una sociedad sin ocio?

El entomólogo Carlos Otero asegura que las hormigas obreras trabajan a destajo pero que también descansan, aunque cumpliendo siempre alguna tarea

Trabajar como una hormiga, con esfuerzo, previsión y organización. Esta es la enseñanza moral de la fábula que Félix María de Samaniego escribió en el siglo XVIII siguiendo la tradición de Esopo y La Fontaine que se inspiraron en los animales y en la naturaleza para escribir sus relatos. La curiosidad que estos célebres fabulistas sintieron por las hormigas no sorprende al Profesor Emérito Ad Honorem de la Universidad de Santiago de Compostela Carlos Otero, investigador incansable y figura esencial de la entomología europea. 

En el Museo de Historia Natural de la USC, donde se encuentra hoy su colección de insectos, Otero asegura que las hormigas son unos animales extraordinarios: viven en colonias con una importante división y especialización del trabajo dependiendo de su grado de evolución, mantienen su morfología original desde hace millones de años y, como todos los insectos, tienen cabeza, tórax y abdomen. Por último, se alimentan de materias vegetales, hongos y hasta de micromamíferos dependiendo de la especie. 

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“Las hormigas tienen también un aparato sensorial realmente extraordinario. Su enorme capacidad de tener un lenguaje basado en sustancias químicas es algo único entre los insectos. La combinación de feromonas que emiten es inusual. Como viven en el suelo donde hay muchísimos olores diferentes, la combinación de sustancias con la que se comunican tiene que ser absolutamente original. Se guían por el rastro de sus congéneres, por la información que le facilitan otros miembros del hormiguero con esta combinación de cientos de sustancias químicas que, naturalmente, tiene un significado”, nos explica Otero. 

Cada hormiga tiene su tarea 

La distribución de las diez mil especies de hormigas que se conocen hoy en el mundo depende de las condiciones ambientales y es en la zona tropical donde encontramos la mayoría de ellas. El entomólogo de la USC nos asegura que hay hormigas hasta en el desierto pero que los nidos de estos insectos, los hormigueros, tienen siempre una estructura semejante: una zona central que Otero llama la “fábrica” donde se encuentran la reina, los recién nacidos y las obreras que los alimentan y después está todo lo que rodea a esa zona, la “fortaleza”, con los soldados que copulan con la reina y defienden la colonia y miles de obreras entrando y saliendo del nido para llevar el alimento al corazón del hormiguero. 

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“Esto dertermina ya dos y hasta tres castas en hormigueros evolucionados y nos indica las tareas y el funcionamiento de la colonia. Hay especies poco evolucionadas con poca especialización del trabajo pero otras, como las hormigas cortadoras de hojas que casi todo el mundo conoce, llegan a tener hasta subcastas. En la especialización del trabajo cada hormiga cumple su tarea ya no solo por la información genética, sino también por las sustancias químicas que segregan y con las que se van diciendo unas a otras que hay que ponerse a trabajar”, subraya el profesor de Biología. 

El ocio inteligente de las hormigas obreras 

De las páginas de Samaniego o La Fontaine, la idea de la hormiga incansable, constante y trabajadora se trasladó a nuestro imaginario creando un mito inamovible, una enseñanza difícil de poner en jaque. Pero lo cierto es que los hormigueros están llenos de túneles por los que circulan las obreras y a los que Otero llama lugares de “descanso”, una palabra poco empleada para hablar de estos insectos. El científico nos confirma que hay hormigas llamadas ociosas en la parte de la fortaleza, fuera de la parte central donde se encuentra la reina, pero también señala que incluso cuando reducen su actividad, cuando descansan, están facilitando el buen funcionamiento de la colonia. 

El entomólogo Carlos Otero, en la sala de colecciones de la USC.

“Solo es cierto en parte que todas las hormigas trabajan sin descanso lo que ocurre es que no lo hacen todas al mismo tiempo. En los hormigueros hay millones de individuos y si todos se pusiesen a trabajar sería un caos. Esto es algo que aprendimos de estos insectos, los turnos de trabajo. Solo un 30% de ellos trabaja y los grupos se van remplazando. Mientras descansan también están patrullando, esperando a que sea necesario hacer alguna tarea. La hormiga Solenopsis, por ejemplo, sale a la superficie cuando hace buen tiempo para tomar el sol pero el calor que guarda lo desprende más tarde en el interior del nido, incluso con las crías”, afirma Otero. 

El fino hilo que nos une a las hormigas 

Pero además de inspirar los turnos de trabajo en las empresas o el funcionamiento de nuestros semáforos, el investigador de la USC asegura que aún podemos aprender mucho de estos insectos, sobre todo del extraordinario control de la energía en los hormigueros. “Aquellos que estudian los hormigueros saben que son estructuras que no pierden calor. Nosotros pensamos que tenemos edificios inteligentes pero no somos capaces de llegar ni a la mitad del aprovechamiento de la energía que se consigue en un hormiguero. Deberíamos estudiarlos y conocer cómo construyen las hormigas sus nidos para poder aplicarlo a nuestras viviendas”, asegura el entomólogo. 

Carlos Otero, que sigue maravillándose con el mundo de los insectos que descubrió cuando era niño, nos recuerda, por ejemplo, que sin ellos la superficie de la Tierra se cubriría de heces de animales y que no habría hierba porque esas heces lo ahogarían todo. “Nosotros somos los invitados en la casa de los insectos, entre ellos las hormigas. Cuando paseas por el monte es muy raro encontrar micromamíferos muertos en el suelo. Legiones de insectos entierran el animal ofreciendo alimento a las larvas y aportando nutrientes al suelo. Tenemos que ser conscientes de que vivimos en un mundo de interdependencia y que si cortamos el fino hilo que nos une a los organismos de los que dependemos, tendremos un serio problema”, advierte el entomólogo de la USC. 

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