¿A quién no le han dicho alguna vez no te metas aún en el mar o no te pongas a hacer ejercicio que acabas de comer? Una advertencia que puede ser correcta para evitar riesgos pero que no es del todo acertada. De hecho, el conocido «corte de digestión», es en realidad un tipo de choque térmico llamado hidrocución y la clave no es tener comida en el estómago sino el cambio brusco de temperatura. Un cambio que puede provocar desajustes en nuestro organismo si los mecanismos con los que nuestro cuerpo mantiene constante su temperatura deben actuar de manera precipitada, asegura el catedrático de Fisiología de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), Victor Arce.
«Por nuestros hábitos, muchas veces esto ocurre en verano cuando, normalmente, comemos más a mediodía. Se trata en muchos casos de la comida principal y coincide con las horas de más calor, entonces, si nos metemos de repente en el agua fría, se dan todas las circunstancias para que se produzca un choque térmico y aparezcan algunos de los síntomas más claros que son las náuseas y los vómitos. Creo que es normal que esto se asocie con lo que se llama un corte de digestión porque, en cierta medida, no es que se corte pero sí es cierto que estamos quitando sangre del aparato digestivo y eso hace que la digestión vaya más lenta con esas manifestaciones de náuseas o vómitos, por ejemplo”, explica el fisiólogo.
Una redistribución acelerada del flujo sanguíneo
Uno de los mecanismos que utiliza nuestro organismo para mantener la temperatura constante es la redistribución de la sangre. Si estamos, por ejemplo, en un ambiente de mucho calor, hay mucha circulación sanguínea por la superficie de nuestro cuerpo y vemos las venas que están hinchadas, por ejemplo. Esta es la manera que tenemos de disipar calor. Al contrario, cuando estamos en un entorno más frío lo que hacemos es retirar sangre de la superficie del cuerpo para tratar de ahorrar calor.
Cuando estamos en un entorno frío retiramos dangre de la superficie del cuerpo para ahorrar calor
Pero si la adaptación a un cambio brusco de temperatura fuerza que esos mecanismos fisiológicos reaccionen de manera acelerada, se pueden producir mareos, puede aparecer visión borrosa y también llega menos sangre al aparato digestivo. “Y, como dije, si estamos haciendo en ese momento la digestión aparecerán náuseas, vómitos y, en casos más graves que afortunadamente son los menos frecuentes, pueden incluso aparecer problemas más serios como una parada cardiorrespiratoria, aunque no es lo habitual”, asegura Arce.
«Otro ejemplo de adaptación brusca es cuando nos ponemos a hacer ejercicio después de comer ya que tenemos que aportar mucha sangre a los músculos. Y esto quiere decir que nuestro sistema circulatorio puede que no sea capaz de satisfacer las necesidades de dos procesos distintos que se están llevando a cabo al mismo tiempo, por una parte el ejercicio y por otra la digestión. Una comida copiosa, ejercicio y calor, no es una buena asociación, independientemente de que nos metamos en el agua o no”, afirma el catedrático de la USC.
Dos horas que nos pueden llevar a engaño
Para Victor Arce, el problema de establecer el viejo límite de dos horas de espera antes de meternos en el mar o en la ducha después de comer es que se puede crear una imagen de falsa tranquilidad. El fisiólogo hace un llamamiento a la responsabilidad individual y el sentido común.
Dos horas de espera antes de meternos en el mar o en la ducha puede ser poco tiempo en algunos casos y excesivo en otros
“Dos horas puede ser poco tiempo en algunos casos y puede ser excesivo en otros. Es decir, una persona que había comido mucho, comida difícil de digerir con muchas grasas y en un ambiente de mucho calor, si se mete de repente en el agua fría a las 3 de la tarde aunque hubiese comido a la 1, corre un riesgo muy alto. Esa misma persona, si hace una comida menos copiosa, si come poco, si se mete en el agua despacio y va viendo que se va adaptando bien a la temperatura, pues no va a tener ningún riesgo. Entonces, yo creo que es mejor conocer cuáles son los procedimientos a seguir que no esperar dos horas porque puede crear una imagen de falsa tranquilidad que realmente no existe”, insiste el fisiólogo.
Cómo reaccionar ante un choque térmico
¿Pero qué hacer si aún siendo precavidos sentimos que algo está ocurriendo? Victor Arce nos da algún consejo y alerta del peligro de sufrir una hidrocución cuando estamos dentro del agua nosotros u otra persona.

«Cuando sufrimos un choque térmico dentro del agua, eso añade un factor más de riesgo. Si tenemos un pequeño mareo en tierra podemos sentarnos, pedir ayuda y esperar tranquilos hasta que se solucione. Pero si nos ocurre en el agua, podemos perder el conocimiento y llegar a ahogarnos. Creo que esto es una de las razones por las que se le dió siempre mucha importancia al llamado corte de digestión», explica.
«Pero si vemos que a alguien le pasa, añade para finalizar Arce, entonces ahí depende de las circunstancias. Si estamos en un sitio en el que podemos acompañar a la persona, si está fuera del agua, pues podemos caminar con ella. Eso es lo correcto. Pero si la persona está nadando y se puede hundir, lo normal es buscar ayuda porque lo que puede ocurrir es que los que no somos profesionales del rescate, si no lo sabemos hacer bien, pues podemos tener problemas también nosotros. Es una situación compleja si esto ocurre en un lugar donde la persona se puede hundir pero lo ideal, como digo, en este caso, sería buscar ayuda».