viernes 29 marzo 2024

El falso mito de las casas gallegas de piedra: cuando los muros eran blancos

Diversos estudios aseguran que hasta el siglo XX la costumbre en Galicia consistía en encalar las paredes

Pasear por las calles de una Compostela laberíntica es fundirse con la historia, pero también con la lluvia menuda que de cuando en cuando moja la piedra. El mismo material solemne, ya un símbolo de la identidad y arquitectura gallegas, con el que están construidas las casas, las iglesias y demás edificios del casco histórico de Santiago. Esa piedra que también adorna los núcleos de Vigo, A Coruña, Betanzos, Muros y demás pueblos gallegos siempre estuvo ahí, pero no de la misma manera. Aunque cueste imaginarlo, hace 100 años muchas de las casas que hoy dejan la piedra a la vista eran, en realidad, blancas. “Hay fotos antiguas donde Santiago parece Córdoba, así a simple vista”, dice el historiador del arte Miguel Ángel Cajigal Vera, más conocido en su faceta de divulgador como El Barroquista.

El color blanco suele identificarse con las villas del sur peninsular, siendo una señal indiscutible de las casas andaluzas. Pero también de las gallegas. Por lo menos, hasta hace 100 años. Según explica el experto, la cal se utilizaba antiguamente para cubrir las fachadas y los interiores de los edificios. “Durante muchos siglos cumplió una función higiénica. Incluso las iglesias, colegiatas y catedrales estaban encaladas”, apunta Cajigal Vera. Esa era la tendencia que se mantuvo durante cientos de años, hasta que cambiaron las normas estéticas entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuando la piedra relevó a la cal en la fachada de los edificios. Aun así, perviven ejemplos en Galicia de esa vieja tendencia. Es el caso de la iglesia de Santa María de Nogueira de Miño, en Chantada. “Debajo de la cal original aparecieron pinturas. Se hacían frescos y luego se cubrían de blanco”, apunta el historiador, dando cuenta de lo habitual que era esta práctica.

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  • Casco histórico de Santiago, con un edificio a la izquierda de color blanco. Crédito: Twitter / El Barroquista
  • Imagen antigua de Vigo, con todas las fachadas de las casas cubiertas de cal. Crédito: Twitter / El Barroquista
  • Fotografía antigua de la villa de Muros, con las fachadas de las casas marineras en blanco. Crédito: Twitter / El Barroquista
  • Imagen de Pontevedra, donde se ve que también se encalaban las columnas. Crédito: Twitter / El Barroquista

¿Por qué se usaba el encalado?

La cuestión higiénica era uno de los principales motivos por los que las fachadas se pintaban de blanco. “Desconozco la parte científica pero es cierto que la cal se empleaba mucho en los enterramientos de las personas, para matar bichos…”, añade el divulgador. Además de eso, otra de las razones de peso era la climática. “Con la pintura plástica que se emplea ahora aparecen las humedades pero la cal sí que tiene cierta capacidad de transpirar el edificio. En resumidas cuentas, mantiene las casas más calientes en invierno y más frías en verano”, expone Cajigal Vera. A pesar de su importancia para el aislamiento de los edificios, el uso de la cal tenía un gran inconveniente: la lluvia. Mientras que en Andalucía y en las zonas del levante el encaldo tenía un mantenimiento menos en constante, en Galicia había que echar cal cada año o, cada poco tiempo, volver a tejar. Y ese pudo ser uno de los motivos por los que se abandonó esta práctica.

“La cal mantiene las casas más calientes en invierno y más frías en verano”

MIGUEL ÁNGEL CAJIGAL VERA, historiador del arte y divulgador

“Fue un proceso progresivo que comenzó en la primera parte del siglo XX. De hecho, los cascos históricos de Galicia aun tenían paredes blancas la finales del XIX”, continúa explicando el historiador. Uno de los motivos por los que la piedra sustituyó al color blanco fue, en palabras de Cajigal Vera, la pobreza. “Encalar implicaba un gasto y un mantenimiento constante”, dice el historiador. Algo que, por tanto, no todos los bolsillos se podían permitir. Pero más allá del argumento económico, también había uno estético. A partir del siglo XIX, la piedra comienza a asociarse con la riqueza y con la solemnidad. Algo que se consolida durante el Franquismo. “En esa época hay una tendencia historicista. En Compostela hay muchos edificios neobarrocos, como el del Banco de España. Todo está hecho en piedra por fuera, para que se vea el granito, aunque por dentro tenga cemento”, sostiene Cajigal Vera.

“El uso de la piedra en las fachadas fue un proceso progresivo que comenzó en la primera parte del siglo XX”

MIGUEL ÁNGEL CAJIGAL VERA, historiador del arte y divulgador

Por lo tanto, en ese primer tercio del siglo XX “se buscaba mantener la solemnidad del espacio en España”. Otro de estos ejemplos es el edificio de Correos, también en Compostela. “Tiene piedra pero también mucho muro blanco porque están escondiendo cemento. No se podía dejar a la vista siguiendo los postulados de la arquitectura historicista”, añade el experto. Además de esto, otro de los aspectos que refuerzan el mantenimiento de edificios en piedra es el impacto del turismo. “Son construcciones que gustan porque salen de lo normal. En los barrios residenciales, las casas están pintadas. Cuando las ves hechas de piedra ya tienes una diferenciación; como si fuese un pedigrí de antigüedad”, sostiene Cagijal Vera.

Recuperar el color blanco

Los beneficios de la cal, sobre todo en lo que respecta al aspecto climático y a su mejora en la conservación de los edificios, refuerzan su recuperación. De hecho, en el casco histórico de Santiago ya se hicieron dos intervenciones con ese objetivo: volver a lo antiguo y pintar la fachada de blanco para tapar la piedra. Así lo explica El Barroquista, mencionando el caso de la Facultad de Filosofía, en la Plaza de Mazarelos, y el del Museo do Pobo Galego, en San Domingos de Bonaval. “Se quiso recuperar el recubrimiento de la fachada tradicional porque hace que el edificio se deteriore menos y el interior sea más habitable”, aduce el experto.

Museo do Pobo Galego, en San Domingos de Bonaval. A la izquierda, la fachda en piedra antes de la restauración. A la derecha, después de las obras, ya en color blanca.

De todas formas, estos dos ejemplos no significan, en ningún caso, que el recubrimiento con cal se quiera recuperar en todos los edificios de piedra. “Solo se haría en la medida de lo posible pero hay algunos casos que se excluyen porque sería muy extraño”, dice Cajigal Vera. Por ejemplo, pasear por la rúa do Vilar, también en el casco histórico de Santiago, con las fachadas blancas de hace 80 años resultaría, cuando menos, sorprendente. A pesar del choque cultural, el historiador recuerda que en esa misma calle se encalaban los soportales. Sobre todo las roscas del arco, la parte más dedicada al tránsito, mientras que las fachadas quedaban con la piedra a la vista. “El inconveniente del encalado es que necesita mantenimiento. Además, si lo ves de cerca genera cierta irregularidad. No queda plano y, en general, nuestra estética valora más el regular, el aspecto acabado. Lo cual no deja ver un aspecto tradicional”, apunta El Barroquista.

Un cambio drástico y otras creencias

Pese la que durante siglos se empleó el encalado en las casas, iglesias y demás edificios gallegos, la situación cambió rápidamente. En menos de 100 años, la imagen habitual para nuestros antepasados cambió radicalmente, con un paisaje que ahora protagoniza la piedra. “Los cambios estéticos suelen ser rápidos. Se adopta una norma y, si lo hace el vecino, tú también”, argumenta Cajigal Vera. De todas formas, él matiza que no todas las casas gallegas eran blancas, pero sí la mayor parte. O, por lo menos, había una tendencia clara al encalado. Recuerda, por ejemplo, que el barrio vigués del Berbés “era blanquísimo”. “Parecía una villa andaluza. En la tipología de vivienda no, pero en el aspecto de la cal, del enlucido, todo era más homogéneo de lo que pensamos”, sostiene.

Ría de Vigo pintada por Beruete hacia el 1880.

Pensar que en Santiago siempre predominó la piedra frente a la blancura es un error habitual, como tantos otros. El Barroquista señala que también es frecuente que se piense que Compostela es una ciudad medieval. “No, no tiene nada de medieval más allá de su origen. Es una villa barroca, con casas que se regularizaron entre los siglos XVI, XVII y XVIII”, puntualiza Cajigal Vera. De hecho, él asegura que las viviendas propias del medievo eran más blancas y no siempre se hacían de piedra. Este material solía reservarse para construir torres. “Fueron desapareciendo porque no debían ser torres muy altas y conforme fueron apareciendo casas con más alturas, se perdieron”, apunta. El único ejemplo que queda de esta época medieval está en la Rúa Nova, con casas más bajas, pequeñas y populares. “Es un ejemplo de como serían las casas de la Edad Media, pero casi no queda ninguna”, añade.

Además de Galicia, las casas tradicionales de Asturias y Euskadi también se pintaban de blanco

Confusiones habituales en las que no solo caen las personas, sino también la inteligencia artificial. El Barroquista, además de su conversación con GCiencia, publicó un hilo de Twitter en el que destacó los aspectos más llamativos de esta creencia: la de pensar que las casas en Galicia siempre fueron blancas. Su motivación fue un tweet de una cuenta que publica imágenes generadas por inteligencia artificial. Una las de ellas era una villa del norte, toda en piedra, y otra una del sur, toda en blanco. “Es interesante porque hasta la inteligencia artificial incorpora este cliché”, dice Cajigal Vera. Porque asumir este postulado no es único de Galicia, sino que ocurre en otras partes del norte. Hubo usuarios de Asturias y Euskadi que también aseguraron que el color tradicional de sus viviendas era el blanco y no la piedra. Verdades que una asume sin cuestionamento, creyendo que lo que ven sus ojos siempre fue —y previsiblemente será— el postulado universal.

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