La Diputación de Pontevedra pone en valor el patrimonio castreño y romano de una provincia rica en yacimientos arqueológicos. Bajo el lema “En busca da pegada galaico-romana”, en colaboración con el Ministerio de Fomento, el plan incluye excavaciones, musealización, labores de señalización y limpieza, para convertir el pasado en un atractivo turístico de primer orden. Rafael Rodríguez es el arqueólogo provincial, responsable de una iniciativa que quiere poner de actualidad más de dos milenios de historia.
-¿Cuál es el objetivo de este plan?
Se trata de obtener rendimiento turístico para unos recursos que estaban olvidados, deteriorados o que carecían de la difusión y divulgación que merecían. Queremos que estos activos culturales se conviertan en un activo económico. Y hacerlo desde una base plenamente científica.
-¿Conocen los propios gallegos el rico patrimonio arqueológico de Pontevedra?
-No. No se conoce. Tenemos un serio problema con el desconocimiento por parte de los ciudadanos de su patrimonio arqueológico más próximo. El caso del Trega es un ejemplo, ya que es poco visitado por los propios gallegos, aunque vengan visitantes de todo el mundo. El castro de Alobre, que está en el centro de Vilagarcía, es poco conocido por los propios habitantes de la ciudad. O la villa romana de Porta de Arcos, en Rodeiro, que nadie sabe dónde está. Son activos con los que tenemos que empezar trabajando con la gente de la provincia, porque son grandes desconocidos, también para los propios gallegos. Lo que sucede también con los petroglifos, con las mámoas o con los castillos.
“Eramos un Finisterrae permeable, no aislado, conectado con el Atlántico y el Mediterráneo”
-¿Qué lugar ocupamos en número y calidad de yacimientos de la Edad del Hierro?
-Por densidad de yacimientos por metro cuadrado, somos la primera potencia mundial. Somos un fenómeno. Hay muchos. No todos son dignos de poner en valor, pero sí todos dignos de conocer. Lo bueno que tiene Galicia es que aún tiene muchas fases de su arqueología por descubrir. Hasta hace poco, decíamos que en el Neolítico sabíamos donde se morían pero no dónde vivían. Porque teníamos grandes mámoas pero no poblados. Ahora ya tenemos poblados.
-Y lo mismo sucederá con los castros…
-Exactamente. En la Edad del Hierro sabemos dónde viven, pero no dónde mueren. No conocemos sus enterramientos. Parecía que, hasta que llega Roma, en Galicia andábamos en taparrabos. Y no es verdad. Estamos viendo que son sociedades complejas, dinámicas y permeables a otros pueblos de la península Ibérica, del Mediterráneo y del Atlántico.
-En cuanto a Roma, se habla de una presencia débil…
-Aparentemente, estábamos poco romanizados, pero han aparecido yacimientos de primer orden. No son como en la Bética o en Cataluña, que son grandes poblaciones. Pero sí ocupan mucho territorio y hay una industria especializada en la salazón.
-¿Hay que apartar la idea de un Finisterrae aislado?
Éramos un Finisterre, pero permeable. No estábamos aislados de todo. Vivimos metidos en las dinámicas culturales y económicas de Europa desde el Paleolítico. Una singularidad de Galicia es que confluyen Atlántico y Mediterráneo. Se ve desde el Neolítico. Llegan influencias que configuran una cultura diferente.
-En las 18 actuaciones, hay un variado catálogo… castros defensivos, otros más volcados en el comercio, de monte, de mar…
-Queremos que la gente que visita la provincia de Pontevedra conozca cómo era la Edad del Hierro. Y que lo haga con variedad. El Mercado dos Mouros, en Valga, está relacionado con una aldea que vivía del río Ulla; pero con la romanización se convirtió en un puerto para tráfico de mercancías. En A Lanzada había una industria de salazón de la época prerromana. Lo que significa que tenían relación comercial con otros pueblos que les enseñaron a hacer salsas de pescado para venderlas a los romanos. En Troña, un petroglifo nos permite encontrar a los adoradores de las serpientes e imaginar la religión de esa época. Y, en el Monte do Facho, descubrir un santuario romano, al que iban en peregrinación en aquella época.
“Hay un turismo internacional especializado en arqueología que se moviliza mucho”
-¿Se puede convertir el mundo castreño y romano en Pontevedra en una ruta turística?
-Por supuesto. En una oferta para visitar los yacimientos, uno tras otro. No pretendemos ser originales. Estamos copiando cosas que funcionan. Por ejemplo, en Inglaterra con el muro de Adriano. Una muralla que protegía el Imperio de las tribus del norte. Y allí han creado unas rutas turísticas, donde se visitan los campamentos romanos, hay gente que las hace a pie, en bicicleta, a caballo o en coche. Y van cubriendo etapas. ¿Por qué no en la provincia de Pontevedra?
-¿Hay un turismo internacional especializado en arqueología?
-Lo hay. Y que se moviliza mucho. Hay gente que viene de Francia recorriendo toda la cornisa cantábrica, con el arte rupestre, y van de las grandes cuevas cántabras y asturianas hasta los petroglifos de Campo Lameiro. O que vienen a la península a ver el legado de los íberos. Y tenemos que captarlos para que vengan a ver también nuestros poblados de la Edad del Hierro.
-¿Qué papel juegan los escolares en todo esto?
-Es básico. Tenemos que enseñar a los más pequeños el patrimonio que tienen al lado de su casa. Para que lleven a sus familias a ver los yacimientos. Y para que valoren el patrimonio hoy y en el futuro. Tenemos la obligación de contar qué hacemos. Una excavación arqueológica tiene que ser algo transparente. El lema es “abierto por obras”. Que nos vean a los arqueólogos. Que sepan en qué trabajamos. Esto es fundamental.