«Puede mitigar las radiaciones electromagnéticas del ordenador”, asegura la publicidad de estos cactus que se venden en la mayoría de grandes almacenes y floristerías de barrio desde hace años. El Cereus peruvianus, de pequeño tamaño y lleno de espinas, es el más afamado y, casi siempre, es colocado al pie del aparato con la supuesta misión de proteger a la persona cuando trabaja. Eso sí, protegerla de un enemigo invisible pero inofensivo, afirma Jorge Mira, Catedrático de Electromagnetismo de la Universidad de Santiago de Compostela (USC). “Las emisiones de radiación de un ordenador son muy pequeñas y son las propias de las corrientes que circulan por el aparato. Se trata de una radiación de muy baja frecuencia y por eso no es nociva como tampoco lo son dos personas que se ven y emiten radiaciones electromagnéticas o como la radiación del foco que me ilumina ahora mismo o como la luz del sol que también es radiación electromagnética y gracias a la cual vemos”, explica.
Una materia orgánica tan eficaz como un bistec
En el laboratorio de alumnos de la Facultad de Física de la USC, Mira nos muestra con la ayuda de un emisor-receptor de microondas y un voltímetro, la capacidad del cactus para absorber las ondas electromagnéticas. El físico pone primero en medio su mano y las cifras del voltímetro caen inmediatamente a cero, la absorción de la radiación es total. Por fin llega el momento de probar con dos “cactus del ordenador” y en la pantalla del voltímetro los números también bajan aunque solo hasta 11, seguramente por el reducido tamaño de las plantas que no llegan a tapar completamente el hueco del receptor. “La materia orgánica, no los objetos aislantes como una carcasa de plástico, absorbe las radiaciones y este es el caso de los cactus pero también de mi mano o de un bisté que también funcionaría y sería mejor”, asegura el catedrático con una nota de humor.
Pero antes de finalizar el experimento, el científico los recuerdan un detalle muy importante ya que la planta solo absorbería las radiaciones en la línea recta que hay entre el emisor y el receptor, es decir, entre el ordenador y la persona. “Se quiero taparme de la potencial radiación del aparato, tendría que poner el cactus siempre delante de la cara porque si lo aparto, si lo pongo al lado del ordenador, la radiación que me está llegando es la misma, la planta no puede absorber las ondas electromagnéticas que , como ya dije, no son nocivas”.
La asociación mágica de una iniciativa de marketing
Representado con un sombrero mexicano, mostrando músculo y con un trébol radiactivo en el pecho, las etiquetas del “cactus del ordenador” dejan al consumidor lleno de expectativas. Pero para los científicos, como Jorge Mira, la planta representada con superpoderes no es más que la elección de un imaginativo vendedor.
“Supongo que a alguien se le dió por pensar y como supongo que es una planta que decora bien, que la podemos mover de sitio fácilmente y que además necesita poco mantenimiento, se le ocurrió decir también que absorbe las radiaciones y le pareció el producto perfecto. Quizás, si queremos encontrar una razón más técnica, un cactus acumula agua y tiende a aumentar su tamaño y eso puede reforzar la idea de que funciona, no sé. Creo, simplemente, que se trata de una planta que quedaba bien del lado de un ordenador y el elegido fue un cactus como podría haber sido una petunia”, asegura el físico.
La desconfianza de lo invisible
Puede que no mucha gente intentara hasta hoy comprobar los beneficios esperados de la supuesta absorción de las ondas electromagnéticas por parte del cactus que tiene al lado de su ordenador. Pero ahora, una vez demostrado que la planta no es más que una materia orgánica que absorbe, y no siempre, radiaciones totalmente inofensivas para las personas, su misión pierde todo el sentido.
“Vemos que el mundo se mueve con frecuencias invisibles para nosotros. Vemos que las cosas funcionan, que hay algo que mueve máquinas, que transmite y entonces entendemos que es algo importante pero pensamos: ¡no lo veo!”, explica Mira. “Después de todo, nuestro paradigma electromagnético está montado sobre algo que uno no ve. Pero llevamos décadas viviendo en un mundo eléctrico, con aparatos con corriente alterna, con la radio y ahora ya unos 20 años con la telefonía móvil y no hubo ninguna epidemia, que yo sepa, de tumores cerebrales con una incidencia mayor a la que hubo históricamente, ni una que matara a miles de personas. Lo que está claro es que sobre algo que no ves pero que actúa siempre hay desconfianza, ¿no?”, afirma el físico antes de salir del laboratorio con un cactus en la mano, eso sí, solo para decorar su mesa de trabajo.
Es de agradecer la sinceridad del científico a quien se le plantean estas cuestiones acerca de la eficacia de absorción de radiaciones de cierta variedad del cactus Cereus.
Otra cosa muy distinta es considerar que esté preparado para atender el tema.
Si una persona afirma que no reconoce efectos nocivos en los últimos 20 años por las redes electricas o campos electromagnéticos diversos es que simplemente no los conoce.
Obvio que no están extendidos los efectos a nivel de epidemia, ni las publicaciones que los verifican son de alcance popular.
No obstante existen efectos documentados y personas que los viven en sus carnes, por lo que reconocer y aprender de la sensibilidad acerca de estas radiaciones y campos electromagnéticos, es una posibilidad para quien esté verdaderamente interesado.