“Llevamos trabajando 30 años y ahora es el momento dulce de empezar a sacar resultados”, explica el profesor Juan Manuel Vidal Romaní, director del Instituto Universitario Parga Pondal. Tras décadas picando piedra, los geólogos de este centro bautizado en honor del histórico geólogo galleguista han empezado a trazar un mapa de la Galicia prehistórica y sus múltiples cambios desde hace 400.000 años hasta la aparición de los primeros restos humanos, fechados hace 10.000.
Globalización mediante, el instituto, que depende de la Universidade da Coruña, ha entablado relaciones con universidades de EE UU y China, que en estos tiempos de estrecheces brindan una ayuda muy socorrida. “Trabajan más barato, durante más tiempo y sobre casi todos los temas”, resume sobre los colegas asiáticos, con mención especial al tratamiento de datos genéticos que iluminen un poco el recorrido prehistórico del país.
En ese sentido, los trabajos en la sierra de O Courel están resultando muy instructivos. “Aquí daba la impresión de que o vivían en Lugo o no vivían”, bromea el profesor, que entiende que las numerosas cuevas de granito encontradas sirven de patrón para toda la comunidad. “Desde el norte de Portugal hasta A Coruña está lleno de cuevas graníticas, que estamos estudiando casi como novedad mundial”.
El ADN de las mitocondrias
Se trata de comprobar los vínculos de estos primeros moradores con los encontrados en otras partes de la península y de Europa. “Se daba por sentado que aquí no había nada, ni glaciaciones ni restos fósiles”, señala Vidal Romaní, cuyo equipo comienza a demostrar que no es así. Como en Galicia hay pocas cuevas de roca caliza, ha sido difícil hallar restos biológicos –el granito conserva peor las reliquias– pero los que se han encontrado se analizan en la actualidad a través del ADN de las mitocondrias, esas células dentro de las células que permiten a aquellas respirar y son un vestigio remoto de la evolución animal. A medida que se vuelve atrás en el tiempo las técnicas de datación van cambiando. El ya clásico carbono-14 solo llega hasta determinado punto, más allá del cual es necesario trabajar con otros elementos, como el uranio y el torio.
La investigación no se para solo en buscar a los antepasados, sino en describir como era la tierra en aquellos años. “Ha habido dos fases glaciares y otras dos interglaciares”, explica el profesor. La clave para descubrir estas variaciones climáticas, que se remontan cientos de miles de años, ha estado en las estalactitas y estalagmitas de las cuevas calizas, que en su formación dejan un rastro. “Hasta ahora nunca se había llegado tan atrás en la datación en España, y en Europa en pocos sitios”. El instituto está ahora pendiente de nuevos resultados, que llegarán tras los correspondientes análisis. Algunos de ellos, realizados por empresas gallegas, como la recientemente creada Allgenetic. “La metodología de trabajo es buena. A ver si de paso conseguimos quitarle un poco la mala fama a la universidad en lo que a investigación se refiere”.