Viento del mar para el naval

Sin mucho que hacer en las gradas, mar y viento se perfilan como un flotador para los astilleros gallegos que preparan el desembarco en el sector eólico marino como innovadora alternativa a la sequía naval.

La estampa de los molinos multiplicándose por doquier en la cima de los montes gallegos podría tener los días contados, porque los expertos señalan a las plataformas marinas como la mejor opción para generar energía limpia desde la costa sin el engorro burocrático de comprar terrenos y abonar el canon eólico a los municipios en los que se asientan.

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En esta dirección caminan ya muchos países del norte de Europa donde empiezan a proliferar estas estructuras concentradas, fundamentalmente, frente a las costas del Mar del Norte y del Mar Báltico.

El campus ferrolano de Esteiro, adscrito a la Universidade de A Coruña (UDC), acogió este miércoles 18 la I jornada sobre energías renovables marinas: Eólica marina y offshore para ahondar en las perspectivas de futuro que ofrece este sector en alza para la ingeniería naval.

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En Galicia sobra viento y litoral, pero la gran profunidad en el mar a pocos metros complica el proceso

Detrás de este foro, que aboga por invertir “desde ya en I+D+i” para abaratar el altísimo coste de estas tecnologías marinas, está la Asociación Española de Ingenieros Navales y Oceánicos (AINE), con el respaldo de Aclunaga -el clúster del naval gallego- y Asime. Esta última, la asociación de empresas metalúrgicas de Galicia, empuja desde marzo un grupo de trabajo integrado por 36 astilleros grandes y pequeños, y las empresas auxiliares que se reparten entre las rías de Vigo y Ferrol que se han aliado para buscar.

En estas jornadas ferrolanas, que quieren despejar el camino del naval hacia el eólico marino, también se han embarcado empresas punteras Navantia, Gamesa e Ibredrola, que gestan una triple alianza de energía, viento, mar.

“Es, sin ninguna duda, un sector con futuro”, explica a GC Francisco Caamaño, de Iberdrola, compañía que se está estirando por las plataformas continentales europeas con gigantescos parques marinos como el de East Anglia, en la costa este de Inglaterra, con 7.200 turbinas, o Wikinger, en Alemania, con 70.

En los astilleros de Navantia en Cádiz ha recaído este mes el encargo de Ibredrola para fabricar y armar la subestación eléctrica de este parque alemán del Báltico por 70 millones de euros, un pedazo muy pequeño de los 1.400 que gastará la eléctrica en ponerlo en marcha.

Grandes palas

Los molinos eólicos que se clavan mar adentro, explica Caamaño, no son precisamente pequeños. El diámetro de sus palas girando llega a los 170 metros con una potencia instalada, por unidad, de 5 a 8 megavatios.

Aunque a Galicia le sobran viento y suma 1.659 kilómetros de litoral de Ribadeo hasta A Garda, la gran profundidad que alcanza el mar a muy pocos metros de la costa complica “con la tecnología actual”, que pudiera ser el enclave ideal para anclar al fondo marino estas plataformas offshore, o lo que es lo mismo, lejos de tierra.

En todo caso, matiza el responsable de Ibredrola, se trata de un sector que avanzará a medio y largo plazo, no de forma inmediata ni automática. Su futuro pasa, sí o sí, subraya, por “abaratar el coste y eso se consigue invirtiendo en innovación”.

“Trabajamos en zonas de plataforma continental con unas profundidades determinadas porque vamos sobre seguro, a más distancia no sabemos en qué niveles de costes nos moveríamos”, resume. Invertir en energías limpias requiere investigación tecnológica y miles de millones de inversión. Las grandes empresas energéticas reclaman el apoyo de la Administración a las renovables para que no se repita el caso de la solar, donde los costes son, a menudo, superiores a los beneficios y los abocan al fracaso.

Asime abre otro campo de trabajo para el naval gallego relacionado con los eólicos: barcos multipropósito. Buques de pequeña eslora, punteros en tecnología y capaces de resistir el envite del fortísimo oleaje que sacude las plataformas eólicas. Permitirán trasladar al personal de mantenimiento y a los instaladores, defendió Óscar Bejarano, de Dinain, una firma auxiliar de diseño naval e industrial radicada en Narón y con clientes internacionales.

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