martes 19 marzo 2024

Antonio de Ron: “No tenemos una industria que demande las semillas gallegas”

Plantar legumbres enriquece la tierra con hidrógeno, tiene menos coste que otras produciones y no contamina ni el suelo ni el aire. Con esta premisa, la organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura -FAO por sus siglas en inglés- designó el 2016 como su año, el año de la proteína vegetal. “Las prioridades este año son extender su consumo a algunos países y continuar con su mejora genética”, explica el investigador del CSIC Antonio de Ron, que desde la Misión Biológica de Galicia se ocupa de la conservación y mejora genética del maíz, la vid, la judía, el guisante y las brásicas, que abarcan cultivos tan tradicionales en Galicia como la berza, la col o el repollo.

Antonio de Ron.
Antonio de Ron.

Es la alianza de las leguminosas con las bacterias del suelo llamadas rizobios la que permite fijar en el suelo el nitrógeno del aire y enriquecer los suelos. “Esto permite después cultivar otras cosas, como los cereales” sin agotar la tierra. Una simbiosis que se da en nódulos de las raíces de las leguminosas y que está abriendo muchas líneas de investigación al respeto. Las principales pesquisas, sin embargo, se centran en la mejora genética con un objetivo claro: aumentar la producción. Algo, indica De Ron, «relativamente asequible». Se trata de adaptar las legumbres a nuevas condiciones climáticas y de terreno o mejorar la tolerancia las plagas. En definitiva, «producir una resistencia duradera para evitar tener que recurrir a pesticidas que contaminen el suelo y los cursos de agua» y implementar las cualidades del producto como que la piel sea más fina o tenga una mejor textura. «Ahora se está trabajando en aumentar la presencia de algunos compuestos que mejoran la salud, como antioxidantes o de otro tipo, que previenen enfermedades cardíacas», puntualiza el investigador del CSIC, que acaba de publicar el manual Grain Legumes (Leguminosas de Grano) con la editorial estadounidense Springer, un libro que recoge la situación de la mejora genética de los ocho cultivos básicos de leguminosas de grano en todo el mundo.

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Antonio de Ron, del CSIC en Pontevedra, ha publicado el manual ‘Grain Legumes’ 

En un pazo de Pontevedra, sede de la Misión Biológica de Galicia, el trabajo discurre por otros caminos. «Creamos un banco de semillas, hacemos estudios básicos de las legumbres que migraron desde América y cómo evolucionaron, los cambios genéticos que experimentaron en Europa para adaptarse a las diferentes condiciones y también algunos estudios sobre el valor nutritivo y culinario de variedades protegidas, como el haba de Lourenzá», indica De Ron. En Galicia, el cultivo de legumbres se restringe prácticamente al haba y al guisante y las variedades de semillas «son enormes debido al minifundio y a que no hay apenas producción comercial». «Cada agricultor tiene su semilla que es heredera de aquellas que vinieron con Colón, no hay compra comercial de semillas», explica. De Ron comenzó a recorrer en el año 1987 el noroeste de la Península Ibérica, desde Asturias al Norte de Portugal, recolectando simientes que se conservan en la Misión Biológica formando una base viva de algunos cultivos que alimentaron a generaciones y generaciones de gallegos.

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Pero de toda esa riqueza sólo se saca un beneficio a pequeña escala. «Periódicamente vienen a nosotros pequeños productores que nos conocieron a través de otra persona y que quieren semilla para plantar en la casa. No hay una industria que se dedique a comercializar», explica. Pero, ¿hay algún tesoro en el banco de semillas? «Las minilegumbres como el guisante lágrima, que salió de aquí para utilizarse en alta restauración y al inicio de su cultivo se vendía a 300 euros el kilo«. Ahora trabajan en una judía tostada que tiene su origen nos Andes. «A esa altura cocer era casi imposible, así que alguien descubrió que esta variedad de judía podía tostarse, como el cacahuete, pero sin piel y sin grasa». Este aperitivo sano tiene que superar aún la dificultad de la preparación a escala comercial, ya que necesita de una maquinaria especial que es cara de producir. También se esconde en la Misión Biológica alguna legumbre que, más allá de su valor como cultivo, es «muy valiosa por su material genético». «Nos las piden para investigaciones, pero no hay industria que las demande», remarca.

Entre los tesoros de la Misión Biológica está el guisante lágrima, una minilegumbre

El profesor de investigaciones del CSIC recuerda que las legumbres son una parte muy importante de la llamada dieta atlántica y que hay que potenciar su ingesta. De Ron explica que el consumo de legumbres está muy extendido en algunos países «en los que el consumo de proteína no es muy diverso» como puede darse en Sudamérica, donde el frijol es básico en la alimentación. En Europa, sin embargo, el ingesta de proteínas vegetales pierde espacio ante otras de origen animal «gracias al abaratamiento del precio del pescado y de la carne», indica. Esta tendencia se invierte en los Estados Unidos donde hay un aumento de consumo de legumbres que De Ron achaca a una «mayor presencia de la comunidad hispana pero también a los beneficios que para la salud ya que el consumo de legumbres, por ejemplo, evita la obesidad». En España, las legumbres que se consumen son casi todas importadas. «En los últimos 30 años bajó dramáticamente el cultivo de legumbres, dejando aparte las indicaciones geográficas y las producciones de autoconsumo, porque no es rentable. Una empresa argentina, que tenga grandes extensiones de tierras en el norte del país, puede vender aquí las judías verdes a menos de 1 euro el kilo», lamenta De Ron. Por parte de la Misión Biológica de Galicia, la promoción de las legumbres ya está en marcha con degustaciones en ferias escolares y actos públicos. Es que, incide De Ron, «un plato de habas a la jardinera no tiene ninguna grasa».

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