viernes 29 marzo 2024

Y el albariño se exhibió al mundo

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La primera semilla de la estrecha relación de Terras Gauda con la investigación no fue una auténtica semilla, sino un injerto de distintos clones de albariño. 115 en total, recolectados por la provincia de Pontevedra y distintos puntos del norte de Portugal. Ocurrió en 1989 en terrenos del grupo con sede en O Rosal, y fue el inicio de un fructífero vínculo de la bodega gallega con la ciencia, que la llevó a convertirse en 2009 en la primera empresa que recibía el Premio de la Real Academia Galega de Ciencias por sus estudios para la mejora de la calidad del vino.
25 años después, Terras Gauda es un estrecho colaborador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través de dos de sus organismos: la Misión Biológica de Galicia (MSB), con sede en Pontevedra, y el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (Cial) de Madrid. Con ellos como aliados, la bodega, hoy transformada en grupo de alimentación, se ha convertido en pionera de los avances científicos aplicados a la vitivinicultura en Galicia y en España, para profundizar en el conocimiento de las variedades autóctonas tanto desde el aspecto vitícola como desde el enológico.

La Real Academia Galega de Ciencias premió en 2009 a la bodega por su trabajo

Llevaba la compañía una década de actividad cuando puso en marcha el primer proyecto en colaboración con la Misión Biológica, origen de una intensa relación no solo profesional, sino incluso de amistad con la responsable de su grupo de viticultura, Carmen Martínez. Fue en 2001 para desarrollar el programa de selección clonal de variedades de albariño, acogido al Plan Galego de I+D de la Xunta. “Sabíamos que en la Misión Biológica había desde hacía unos 15 años una colección de clones de albariño muy interesantes. Era el grupo ideal para llevar a cabo el proyecto”, recuerda Emilio Rodríguez, director técnico de Terras Gauda.

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Sala de microvinificaciones de la bodega.

La empresa instaló una sala de microvinificaciones, simuladores de una gran bodega de apenas 30 litros. Se trasladaron a la copa de vino distintos clones para analizar la respuesta enológica. “El experimento resultó muy interesante, y nos permitió descubrir que, de los 115 clones de que disponíamos, había cinco que producían más aromas, que eran más productivos porque maduraban antes… Son los que se utilizaron para renovar las plantaciones”, señala Rodríguez.
Aquel estudio fue pionero. A pesar de que el cultivo de la vid en Galicia es tan antiguo como el de cualquiera de las zonas vitícolas europeas de más renombre, las investigaciones sobre sus variedades eran prácticamente inexistentes hasta las últimas décadas del siglo XX. La colaboración de Terras Gauda con el CSIC fue el embrión de un trabajo de recuperación de especies que se ha basado hasta en figuras que aparecen en retablos religiosos del siglo XVII.
“Hasta finales del siglo XX únicamente aparecían citados en la bibliografía antigua los nombres de algunas variedades. En muy contados casos, estos nombres iban acompañados de escuetas descripciones, referidas en la mayoría de los casos a características agronómicas o al color de las uvas”, explica el propio estudio. La bibliografía antigua y datos recogidos por parte de Martínez a partir de entrevistas realizadas a los viticultores más ancianos permitieron conocer la existencia de un número considerable de variedades muy antiguas.

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La empresa seleccionó clones, patentó una levadura y trabaja ahora con caíño

A partir del año 2000, Martínez y la Misión Biológica de Galicia dieron un impulso a los estudios sobre selección clonal de albariño y de otras variedades de vid, para seleccionar los clones comercializados con la Denominación de Origen Rías Baixas. Fue un paso decisivo a la conversión del albariño –que hasta la década de los noventa solo se producía para el autoconsumo– en una variedad de prestigio internacional clave no solo para el sector vitivinícola, sino incluso alimentario de Galicia.
El otro gran acontecimiento de la investigación aplicada al vino en Galicia no fue de carácter vitícola, como el anterior, sino enológico, y consistió en un proyecto de selección de levaduras. La levadura es un pequeño microbio de características vegetales que habita en la piel de la uva y que dirige la fermentación alcohólica. Cada variedad, e incluso cada marca, tienen su propia levadura. Terras Gauda y el CSIC las identificaron en la uva y en el posterior mosto, seleccionaron cuatro, las aislaron y experimentaron con ellas en la sala de microvinificación y, posteriormente, en bodega.

PANORAMICA VIÑEDO TG JOSE SALGADO
Panorámica de los viñedos.

“El resultado nos sorprendió al revelar las grandes diferencias entre unas levaduras y otras. Fue un bombazo”, asegura el director técnico de la empresa. Una de ellas destacaba por sus aromas, frutales, más intensos e identificables con el albariño. Aconsejado por la propia MBG, la bodega patentó aquella levadura, un hecho sin apenas precedentes en el sector en España. Una spin-off del CSIC, la empresa Biopolis, produce en exclusiva la levadura para Terras Gauda. “Si vamos a producir 600.000 litros, necesitamos levadura para esa fabricación, y ellos nos la facilitan”, precisa Rodríguez. Entre muchas otras ventajas, la producción ha dejado de depender de fuertes lluvias previas a la cosecha, que reducen la levadura de la uva. “Tenemos menos oscilaciones de calidad del vino y de producción”, destaca.

«Los resultados de las levaduras fueron un bombazo», afirma el director técnico

La segunda patente de Terras Gauda derivó de un proyecto de manoproteínas, este elaborado con el Cial de Madrid, en colaboración con el investigador Alfonso Carrascosa, otro aliado científico del albariño gallego. El procedimiento, denominado crianza biológica anaeróbica, permite la elaboración de vinos con un carácter sensorial distinto. Aunque en el futuro de las investigaciones de la bodega se abre un nuevo horizonte, el de la uva caíño blanco, de la que se efectuarán estudios similares a los realizados con el albariño y de la que ya cuenta con una patente. “Es una variedad estupenda, pero muy complicada, tardía, muy sensible a enfermedades y de ciclo muy largo”.
Pero hay más proyectos, como el programa Foodie, con el que se persigue desarrollar un software para optimizar el rendimiento de los viñedos. Empresas y grupos de investigación de ocho países pusieron en marcha este programa de I+D+i de viticultura de precisión avanzada financiado con fondos europeos que en España pilota Terras Gauda. Alemania, Austria, Italia, Polonia, República Checa, Turquía, Letonia y España son los países representados en el proyecto, basado en la recopilación y gestión de los datos obtenidos por una red de sensores sobre el terreno, y que cuenta  con un presupuesto cercano a los 6 millones de euros.

TERRAS GAUDA EMILIO RODRIGZ
Emilio Rodríguez, director técnico del grupo de alimentación.

El otro gran proyecto colaborativo en el que participa la bodega es Galiat 6+7 (Galicia Alimentación Atlántica), integrado por seis empresas de alimentación y siete grupos científicos, que trabaja en la demostración de los efectos beneficiosos para la salud de distintos productos característicos de Galicia, entre ellos el albariño. El proyecto, dirigido por Carmen Martínez, de la Misión Biológica, se acogió al programa Innterconecta 2013, convocado por la Axencia Galega de Innovación (Gain), con una financiación superior al medio millón de euros.
En su fase experimental, un grupo de 135 familias se sometieron desde abril de 2014 a una dieta atlántica característica del país, mientras otro se alimentaba con una combinación aleatoria de productos. Los resultados se conocerán de forma inminente, y aunque nada se puede avanzar de momento, el grupo con sede en O Rosal avanza su intención de renovar el proyecto durante dos años y medio más, de lo que cabe suponer que serán satisfactorios. Continuará así una relación de Terras Gauda con la investigación que ha contribuido a hacer del albariño uno de los mayores orgullos de Galicia.

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