sábado 20 abril 2024

La batea de los dos megavatios

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El sol se oculta, el viento es caprichoso, las presas se secan… Las energías renovables tienen que enfrentarse a los veleidades de sus propias fuentes naturales, virtualmente inagotables, pero cada una con sus condiciones innegociables. Distinto es el caso de las mareas. Indefectiblemente, una gran masa de agua se mueve durante poco más de seis horas del mar hacia la costa, para a continuación cambiar de sentido durante el mismo tiempo. Y así una y otra vez, constantemente, de forma absolutamente predecible y a velocidades que en determinados puntos del planeta superan los 10 nudos (18 kilómetros por hora). Es un movimiento demasiado tentador como para no intentar convertirlo en electricidad.
De eso trata el proyecto de Magallanes Renovables, una empresa con base en Redondela que está decidida a exprimir una buena cantidad de megavatios del mar. No a través de las olas, como hace la energía undimotriz,  ni del viento, como la eólica marina, sino de las grandes corrientes que siguen los dictados de la acción gravitatoria del Sol y la Luna sobre la Tierra. Y para conseguirlo, en los astilleros Cardama de Vigo se concluye actualmente el prototipo que habrá de obrar el prodigio, un trimarán flotante de acero de 350 toneladas de peso en el que se incrustarán unas hélices de 19 metros de diámetro. Su gran desafío es lograr aprovechar los movimientos de agua de ida y vuelta, con un ángulo de giro de 270 grados que permita a las palas trabajar de forma constante 24 horas al día.

El artefacto, de 35 toneladas, producirá hasta dos megavatios de potencia

No es la primera vez que un proyecto se plantea extraer energía de las mareas. Pero, además de un ángulo de giro que facilite una producción constante, el proyecto de Magallanes cuenta con otro gran aliado: su carácter flotante. Tratándose de un proyecto gallego, solo había que observar las rías y fijar la atención en las bateas. Como ellas, el trimarán de Magallanes Renovables se mantiene a ras de agua, incluso levemente por debajo de ella, anclado al fondo. Y ese detalle aparentemente nimio presenta unas ventajas cruciales. No solo en la reducción del impacto visual, nada desdeñable, sino sobre todo en lo que al mantenimiento del artefacto se refiere. Frente a los proyectos que plantean estructuras construidas sobre el fondo marino, agresivas con el medio y de difícil mantenimiento, el ingenio gallego no necesita grandes pilares ni infraestructuras. Simplemente un sistema eficaz de anclaje, que permite además aprovechar la mayor velocidad de las corrientes en las zonas más próximas a la superficie.

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Pruebas realizadas con un prototipo a escala.

“El mantenimiento ha sido siempre el gran talón de Aquiles de este tipo de proyectos. El nuestro no es el primero que aprovecha la fuerza de las mareas, pero nosotros lo que permitimos es que se pueda acceder en barco a la instalación y arreglarla in situ ante cualquier problema que se pueda generar”, explica Pablo Mansilla, coordinador técnico del proyecto. Consumadas todas las simulaciones en la pantalla de los ordenadores, el artefacto superó en 2014 los ensayos oficiales con un prototipo a escala 1:10 en el Centro Europeo de Energías Marinas (EMEC, en sus siglas en inglés), en las Islas Orcadas (Escocia). La empresa creada en 2007 para desarrollar la tecnología encara ahora la fase final de ensamblaje y construcción del primer prototipo a escala real, que antes de que finalice el año se enfrentará a las verdaderas dificultades que se encontrará en el mar.
“La marea está en la actualidad en el mismo estado de desarrollo que el viento hace 20 años; es el futuro”, afirma un portavoz de la compañía. Las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía calculan que de las mareas podrían obtenerse al menos 1,2 millones de megavatios al año, un 7,5% de toda la energía mundial. Un solo aparato como el que se construye en Galicia, con sus 25 metros de calado, otros tantos de manga y 42 de eslora, puede obtener dos megas de potencia. “Un parque de 200 plataformas sería suficiente para dotar de energía a una ciudad como Vigo”, precisa la misma fuente.

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El carácter flotante del trimarán gallego facilita su mantenimiento

Pero el objetivo de Magallanes, liderado por la empresa Partenón, con Francisco Cardama y CNV Naval Architects como asociados, no consiste en comercializar la electricidad. Eso es tarea de los potenciales clientes, las grandes compañías del sector. Lo que pretende el proyecto nacido en el entorno de Vigo en 2007 es vender su trimarán. Esto es: generar industria, una industria que se desarrollaría en unos astilleros necesitados de pedidos como son los gallegos. No es casualidad que naciera en un entorno industrial, tecnológico y profesional tan vinculado a la industria del mar como la ría de Vigo, donde a lo largo de los años se ha generado el talento y el conocimiento suficientes para abordar la plataforma flotante.

PROYECTO MAGALLANES RENOVABLES. MONTAJE Y CONSTRUCCIÓN EN ASTILLEROS CARDAMA.
Una de las grandes piezas del prototipo.

El proyecto cuenta con el apoyo de la Xunta, a través del plan gallego de I+D, y de investigadores de universidades y centros tecnológicos que han colaborado en el desarrollo del modelo. “Es pura investigación y desarrollo”, resume el coordinador técnico. “Tenemos a 10 personas trabajando de forma constante en el departamento de I+D, pero las colaboraciones externas son constantes, con otros 40 o 45 profesionales, además de un elevado número de empresas con las que colaboramos para la obtención especializada de las distintas piezas”, añade.
Las 10 regiones más aptas para la extracción de este tipo de energía son la costa norte de Australia, el Mar de Japón, el Mar Amarillo en Corea, la costa de Chile, la costa argentina en la Patagonia, la costa noroeste de Estados Unidos, el estrecho de Hudson en Canadá, la costa norte de Escocia, la costa noroccidental de Francia y el estrecho de Gibraltar. En ellas han puesto el ojo las compañías interesadas en la energía mareomotriz. Esta vez, Galicia, en cuyas playas las mareas abren un espacio de decenas de metros entre pleamar y bajamar, no pone sus recursos naturales, sino la capacidad industrial y el conocimiento.

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