Sotavento: conserva artesanal con pescado de proximidad

En un sector como el conservero, dirigido tradicionalmente por hombres, aparece una pequeña empresa familiar llevada solo por mujeres

En el Lugar de Nebra, en el ayuntamiento de Porto do Son, encontramos una pequeña conservera. Sotavento es una empresa familiar creada en 2016 para elaborar conservas artesanas. No es una conservera más. Tiene varias características que la diferencian del resto de las que podemos encontrar en Galicia. La primera es que aquí las conservas tienen un envasado artesanal y utilizando productos casi exclusivamente de su zona. La segunda es que, teniendo como tiene Galicia una tradición de mujeres trabajando en las conserveras, es extraño poder verlas en los puestos de mando. Conservas Sotavento es una excepción, ya que tanto la dirección como la gerencia de la empresa está compuesta en su totalidad por mujeres. Por eso, el proyecto fue apoyado por el GALP Costa Sostenible. La dirección de la empresa está compuesta por una licenciada en administración y dirección de empresas, y por una especialista en dirección comercial. Las hermanas Eva González Lojo y Maika Pereira Lojo, que desde pequeñas vieron en su casa como sus padres envasaban todo tipo de productos para garantizar su conservación, decidieron llevar ese conocimiento familiar al mercado.

La madre de Eva y Maika ya se había dedicado siempre al mundo del pescado: primero como vendedora y después trabajando en las conserveras de la zona de Portosín. Lo que hacía en la conservera, lo trasladaba un poco a la casa. Entre ella y su marido hacían conservas caseras con pescado excedente que cogían amigos suyos con sus embarcaciones. Para poder tirar mano de ellas a lo largo del año, las metían en botes de conserva. A Eva, mientras estudiaba fuera, le mandaban conservas que compartía con sus conocidos y “a todo el mundo le encantaban y preguntaban dónde se podían comprar”. De tanto escuchar repetidamente este mensaje, Eva González hizo como trabajo final de la carrera “cómo montar una conservera”. Tras hablar con su familia, decidieron que esto no quedaría solo en los papeles de la Universidad y se animaron a poner este proyecto en marcha.

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Sus pilares son: materia prima de pescados y mariscos adquiridos en su entorno; envases de vidrio para que el consumidor tenga la oportunidad de ver la mercancía, y el diseño. La utilización de cristal en las conservas no es una elección arbitraria. “El cristal nos permite mostrar el producto desde el primero momento, sin tener que esperar a abrirlo para ver el contenido. Creemos que es importante saber qué estás comprando, qué aspecto tiene la comida que vas a adquirir”. Cuenta Eva que la artesanía está ligada al cristal. En los procesos de empacado, los productos son colocados dentro de los envases. Las latas permiten el uso de máquinas empacadoras, lo cual ayuda a mecanizar el proceso. En cambio, el cristal no permite, hasta la fecha, el uso de maquinaria para envasar conservas. Por tanto, este envase requiere la delicadeza de las manos artesanas para colocar una a una las piezas dentro del envase.

Cada sardina que envasan pasa hasta cuatro veces por sus manos antes de cerrar los botes

Se trata de una conservera que trabaja un volumen muy pequeño. Esto permite elevar los niveles de calidad y ser muy exigentes con lo que envasan. “Cada sardina que va en nuestros botes, ha pasado 4 veces por nuestras manos. No queda nunca un pescado en mal estado. Trabajamos con una materia prima súper fresca, pero incluso piezas que sean mal tratadas, las rechazamos”. Como es un producto artesanal, ya no entran en un mercado a gran escala, sino que buscan las tiendas de delicatessen, donde por el nivel de precio ya no necesitan escatimar. “Si empiezas a tratar de ahorrar costes, el resultado nota la diferencia. Usamos un aceite de oliva virgen extra, porque donde estamos colocados en el mercado, no necesitamos bajar el importe de venta”.

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Tienen 14 especialidades en sus conservas que se mueven entre las líneas tradicionales (sardina en aceite de oliva, algas al natural, navajas…) y las más innovadoras (mejillones a la salsa Sotavento, pulpo al ajo), además de un línea que acaban de sacar este año de ahumados (sardina o jurelitos ahumados). Sus pescados llevan la etiqueta de pesca kilómetro 0 MarGalaica, salvo en el bacalao y en las cocochas.

La presencia de la mujer en la dirección de la empresa en el mundo de las conserveras es algo que resulta muy llamativo. Las grandes conserveras gallegas tienen siglo y medio de vida. El sector conservero siempre contó con un mayoritario volumen de mano de obra femenina. Los pescadores faenaban y sus mujeres trabajaban en la conservera. Actualmente, el 80% del trabajo en las conserveras es realizado por mujeres, pero esto no se ve en los puestos de dirección y gerencia. De hecho, Eva González apunta que “siempre que vamos a las ferias estamos rodeadas de hombres”. En Conservas Sotavento no hay hombres trabajando de forma directa, aunque Eva admite que las ideas de su padre siempre las tienen “muy presentes”.

Tras casi 4 años desde que pusieron el proyecto en marcha, entienden que va “despacio”, ya que es una empresa a largo plazo. Fueron consiguiendo objetivos que consideran increíbles, como entrar en el Club Gourmet de El Corte Inglés, porque las tiendas delicatessen son su lugar de venta. En Navidad es cuando llegan las mejores ventas, precisamente por esta condición de producto de consumo excepcional. Reconocen que los beneficios aún no son muy altos, pero la filosofía de la empresa resulta innegociable. “Si ahora empezamos a meter en lata sardina de Marruecos con aceite de girasol, ya no existiría Sotavento. De ir cambiando cosas, pienso que solo pueden ser para ir a mejor”, sentencia la reponsable de producción de esta conservera.

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