Una física de Monforte de Lemos especializada en electrónica, Andrea Hernández, aprendió durante una estancia de investigación en Brasil cómo funcionaban las lenguas electrónicas: simulaciones de una lengua real capaces de detectar los diferentes patrones de sabores (dulce, salado, ácido, amargo y unami) a través de la interpretación de señales que aparecen en cada alimento o en las bebidas, como los vinos, sin tener que catarlos uno a uno. Así pueden verse los posibles alérgenos, contaminantes o patógenos que pondrían en riesgo tanto a consumidores como a la industria alimentaria.
De vuelta a Galicia, según ella misma recuerda, «tomando unas tapas, me di cuenta de que la mitad de mis amigos tenía alergia a algún alimento». Reflexionó sobre el problema, y de ahí surgió la idea de buscar una posible solución.
Durante la celebración de Spinway, un programa internacional de emprendimiento organizado en el marco del Camino de Santiago, Andrea conoció a Javier Casal, un economista con experiencia en gestión de proyectos tecnológicos. Se entendieron bien, y pusieron en marcha la idea de sense(z). Más tarde se sumó al proyecto Alejandro Acosta, también economista. Andrea se ocupa del área de calidad, innovación y gestión, Javier del plan de negocio y de la producción y Alejandro de la parte financiera y de marketing. El proyecto de sense (z) cuenta también con un consejo asesor formado por Antonio Riul, Xaime Barreiro y Xosé Antonio Duro.
«Al comienzo, desarrollamos y validamos la tecnología colaborando con diversos centros de investigación y empresas, para así poder dar paso a una empresa de producto», cuenta Andrea. Al completar esta fase, en la que se encuentran ahora, «será cuando se empiecen a comercializar equipos y servicios con nuestra tecnología de lenguas electrónicas como eje central».
Estos servicios, según explica Andrea, serán capaces de que el dispositivo pueda «analizar la composición de los alimentos con los que entra en contacto, lo que le atribuye una gran versatilidad de aplicación, pudiendo ser usada tanto en alimentos crudos o procesados, pero también para la detección de agentes contaminantes en superficies».
Además, sense(z) «le permite a la industria alimentaria desarrollar procesos de control de alérgenos en sus cadenas productivas, acercando fiabilidad, precisión y autonomía respecto a terceros», lo que supone un ahorro importante de recursos.
Un ‘wearable’ antialergénos
Sin embargo, según subraya Andrea Hernández, sense(z) no se olvida de las personas que, como ella y sus amigos, tienen problemas a la hora de consumir alimentos que les puedan causar una reacción alérgica. «Podrán hacer el control ellos mismos, a través de un dispositivo portátil, al estilo de los ‘ wearables’, permitiéndoles conocer en un breve período de tiempo si el alimento que van a ingerir contiene o no el alérgeno indicado». Esto, por tanto, abre «un gran abanico de posibilidades para afrontar en la vida cotidiana este tipo de problemas». Es, por tanto, «una solución doble«, ya que aportan mayor seguridad tanto en la propia industria como en los consumidores finales.
Desde que se puso en marcha, sense(z) ha participado en el programa Yuzz-Jóvenes con ideas, de la USC y el Banco Santander, donde recibieron el 2º premio y el reconocimiento Yuzz Mujer. Más adelante participaron también en la aceleradora Vodafone-Connecting for Good Galicia, en la que colabora la Axencia Galega de Innovación, donde recibieron el premio Conectados por la Accesibilidad. Al tener la sede en Monforte, la empresa también forma parte del Coworking Ribeira Sacra, de la Escuela de Organización Industrial.