Un año investigando. Un equipo encabezado por María Isabel González Siso y José Manuel Leiro Vidal. Una idea muy clara: diseñar una vacuna contra la Covid-19 que se pueda producir en levaduras. «En realidad, este proyecto se basa en una tecnología que ya estábamos desarrollando para otro tipo de vacunas», aclara el investigador, también catedrático de Parasitología en la Universidad de Santiago de Compostela (USC). De todas formas, Leiro apela a la calma y a la paciencia. «Se está abriendo un campo muy interesante para investigar en profundidad, pero es tan diferente que aún falta bastante para desarrollarlo con toda su eficacia», señala.
Según continúa explicando, su trabajo habitual en el laboratorio se centra en diseñar vacunas contra parásitos, sobre todo de pescados. Y de estos estudios —conjuntamente con las ideas de González— nació la idea. «Cuando trabajamos con parásitos suele ser difícil conseguir y conocer los antígenos. Por lo tanto, usamos las proteínas del patógeno y las producimos nosotros, expresándolas en levaduras«, puntualiza el investigador de la USC. Al tiempo que aclara que hay muchos sistemas de expresión: desde bacterias hasta células humanas.
La Covid-19
Con esta base, vinculada directamente con el trabajo diario de los dos investigadores principales, deciden aplicar sus conocimientos al SARS-CoV-2. Y abrir, tal vez, la posibilidad de diseñar una vacuna que se exprese en levaduras. «Escogemos estos organismos porque no tienen ningún tipo de toxicidad. Más en concreto, usamos los de la fermentación de la leche y del pan», matiza Leiro. Al tiempo, insiste en el carácter inocuo de las levaduras y recuerda que están presentes en alimentos de consumo diario.
«Escogemos estos organismos porque no tienen ningún tipo de toxicidad»
«Las levaduras desarrollan el mismo papel que las células cuando son infectadas por el virus», aclara el investigador. Por lo tanto, son capaces de producir las proteínas del patógeno —en el caso que nos ocupa, del SARS-CoV-2—. Además, las levaduras pueden producir cambios en las proteínas añadiendo azúcares que potencian la respuesta inmunitaria. Es decir: el equipo encabezado por González y Leiro escoge las proteínas que puedan ser protectoras y las expresan en otros sistemas y organismos que, en este caso, son las levaduras usadas en la industria alimentaria.
Diferencia con otras vacunas
Pero… ¿Cuál es la diferencia entre este modelo de vacuna y las otras que están en el mercado? Según Leiro, lo único que están obteniendo es una proteína sintetizada a través de la levadura, pero que nada tiene que ver con el uso de ARN mensajero, como es el caso de los sueros de Pfizer y Moderna. En segundo lugar, las otras vacunas usan una proteína muy concreta del SARS-CoV-2, el spike. No obstante, el equipo de Leiro añade, como mínimo, fragmentos (péptidos) procedentes de tres proteínas que se encuentran en la superficie del virus. Al parecer, estos péptidos son seleccionados gracias a programas bioinformáticos que predicen su capacidad para estimular el sistema inmunitario.
Su vacuna utiliza péptidos procedentes de tres proteínas de la superficie del virus
De todas formas, Leiro también señala las complicaciones que pueden surgir de este proyecto. «Trabajar con estas proteínas sintéticas quiméricas tiene un problema. Cuando eres tú quien las construye corres el riesgo de que no se parezcan mucho a la natural. Por eso necesitamos hacer estudios estructurales que nos revelen si esa proteína puede generar una respuesta inmunitaria cuando se inocula», aclara el investigador de la USC. Otro de los inconvenientes de esta tecnología está relacionado con las levaduras. «No sabemos si estos organismos, al final, consideran las proteínas sintéticas algo extraño e intentan eliminarlas. Además, nosotros queremos que la secrete, que la expulse, pero para eso tiene que atravesar las paredes de las levaduras, que son muy impermeables y selectivas», añade Leiro.
Un proceso rápido
De todas formas, el investigador de la USC señala que el «proceso es bastante rápido». La dificultad está en producir este tipo de proteínas quiméricas recombinantes en grandes cantidades. «Toda esta iniciativa es bastante innovadora, pero detrás de ella hay mucha investigación que hacer aún», reconoce Leiro. Sigue insistiendo en que su proyecto es prometedor, y augura que puede tener otra ventaja: «Decirle a las personas que le tienen miedo a las vacunas que la nuestra se basa en algo natural, que se producen en organismos que se comen. Es muy inocuo», reflexiona Leiro. Que bien sabe que su proyecto está lleno de esperanza e ilusión pero, que también, requiere de paciencia y apoyo financiero por parte de las instituciones. Su objetivo: alcanzar un producto innovador y transferible a nivel tecnológico.