La artrosis es uno de los principales problemas crónicos de salud. En Galicia afecta a un 8,7% de la población de 15 y más años registrada en la atención primaria. Algo menos que la media española, que está en el 11,3%. Para todas estas personas únicamente existen medicamentos que palían los síntomas (que no es poco), pero no hay un tratamiento que retarde el desarrollo de la enfermedad.
Esta es la propuesta de TARGET-OA: desarrollar una terapia farmacológica innovadora para pacientes con artrosis de rodilla. El proyecto está siendo apoyado por el Programa Ignicia Prueba de Concepto de la Agencia Gallega de Innovación (GAIN), que reconoció a la Fundación Profesor Novoa Santos como beneficiaria en su convocatoria de 2023 para el desarrollo de esta investigación.
Como explica Beatriz Caramés, investigadora en el Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (INIBIC), el proyecto obtuvo una serie de resultados prometedores en laboratorio. Con la ayuda de GAIN se financia la parte necesaria para llegar a la práctica clínica y así poder tratar a pacientes con artrosis de rodilla. Caramés, quien también coordina la Unidad de Biología del Cartílago, explica que en estos momentos se están realizando los estudios regulatorios para poder tener un planteamiento o fármaco que emplear en pacientes, de tal modo que la Agencia Española del Medicamento dé el visto bueno y, así, poder probarlo directamente en las personas afectadas por la dolencia.
Una enfermedad multifactorial
La artrosis es una enfermedad con una gran prevalencia a nivel mundial: según la OMS, alrededor de 528 millones de personas en todo el mundo tenían esta patología en 2019, lo que supone un incremento del 113% desde 1990. “Esta prevalencia va a ir aumentando cada vez más, puesto que la población envejece”, explica Caramés. “Es una enfermedad compleja, porque hay muchos factores involucrados”. Entre estos cita, además de la edad, las alteraciones metabólicas como la obesidad o las alteraciones genéticas.
“Se considera una necesidad médica no cubierta porque no existe un fármaco. No existe una terapia eficaz para el tratamiento de la enfermedad”, incide. “Se utilizan medicamentos para aliviar los síntomas, es decir, para el dolor y la inflamación, pero en ningún caso curan la enfermedad”, añade. Esta condición puede llegar a ser altamente discapacitante y lleva pareja una importante carga socioeconómica.
El abordaje de TARGET-OA para la artrosis
El proyecto quiere desarrollar un fármaco que cambie esto y que modifique el curso de la enfermedad. Para esto, en una primera fase, el laboratorio en el que trabaja Caramés identificó un fármaco de reposicionamento, esto es, que ya se empleaba en clínica con otras indicaciones. Con este realizaron los estudios preclínicos, que daban unos resultados muy prometedores. Pero tenía una serie de limitaciones, lo que llevó a hacer un desarrollo tecnológico posterior. “Se replanteó el fármaco y lo encapsulamos, lo que va a permitir una liberación controlada”, apunta.
Esto se hace mediante una inyección directa en la articulación que esté dañada. “Lo que nos va a permitir este nuevo planteamiento y tecnología es que el fármaco se libere de forma gradual durante tres meses en la articulación. Por tanto, con una única inyección, estará tres meses trabajando exactamente”, sostiene.
Para parte de las personas afectadas, estos tres meses serán suficientes para demorar la enfermedad, pero la variabilidad de la patología en pacientes es muy distinta. “Habrá quien necesite otra inyección, quien no la necesite o lo haga a los seis meses. Tendremos que ir viendo”, indica. Por el momento tienen la tecnología ya patentada y probada en modelos animales, el paso anterior a ir a la clínica. Para esto último será necesaria la aprobación de la Agencia Española del Medicamento. “Una vez aprueben, estaremos en condiciones de probar, primero, si es seguro en pacientes y, luego, si es eficaz. Es un proceso ancho y costoso”, asevera. De ahí la importancia de la aportación de Ignicia.
Objetivos a futuro
En TARGET-OA está implicado un equipo multidisciplinar, con experiencia en distintos ámbitos y áreas del proceso. Caramés lleva la parte de laboratorio, en la que nació el proyecto, que parte de dos mecanismos concretos en los que ella trabaja, la autofagia y la senescencia celular, que están implicados en el proceso de la enfermedad. Además, hay personal específicamente centrado en la parte de screening, en el desarrollo tecnológico de la capsulación del fármaco para su liberación controlada y en la visión clínica de la iniciativa.
Los objetivos de este equipo son tres, explica la investigadora. Por una parte estaría el desarrollo del producto y su manufactura en condiciones especiales para seres humanos. Otra pata sería la relacionada con la regulación, que exige de unas condiciones concretas y muy controladas. La tercera parte, que sería transversal a toda la iniciativa, sería la de negocio, con la meta final de crear una spin-off a través de la que llevar al mercado esta tecnología.
“Ignicia nos da el primer financiación, pero evidentemente vamos a necesitar más”, ahonda Caramés. “El punto final es poder constituir una empresa, para poder comercializar o licenciar este fármaco”. Esto implica que, posiblemente, sea necesario acceder a inversiones privadas, puesto que cuanto más se avance en el proceso, el coste se incrementa. “Entonces todo va enlazado con esa visión de desarrollo de negocio, para poder hacer el fármaco y probarlo en pacientes”, afirma.
Fármaco diferenciador
“A día de hoy no existe ningún tratamiento igual que el nuestro”, resalta Caramés. “Estamos trabajando mucha gente en diferentes mecanismos, pero no hay un competidor que ya esté establecido”. En este sentido, destaca que “para que un fármaco sea considerado un modificador de la enfermedad tiene que cumplir dos requisitos: que mejore los síntomas, como puede ser el dolor, y que mejore los cambios estructurales, el daño, que se producen en la articulación”.
En este momento, “los fármacos que están comercializados solo están dirigidos al dolor”. La propuesta de TARGET-OA, en cambio, sí tiene efecto en estos dos puntos, a la vez que menos en el laboratorio. Se trata ahora de comprobarlo en seres humanos. En este sentido, se aplicó primero en la artrosis de rodilla porque es la articulación más prevalente, pero Caramés no descarta nada. “Por supuesto nos gustaría, si funciona en la rodilla, evaluar la eficacia en otras articulaciones”, añade.
“Lo que está en el mercado no es suficiente. Evidentemente, ayuda a pacientes y mejora su día a día, les quita el dolor, pero el daño sigue estando ahí. Lo ideal es encontrar un fármaco que, además de aliviar las molestias, mejore la articulación o, por lo menos, demore el daño, para que puedan vivir con una mejor calidad de vida real”, concluye.