Venres 29 Marzo 2024

Homeopatía: del anacronismo al fraude

Por Manuel F. Herrador*

Medicina heroica. Así llaman algunos autores a la práctica general de la medicina hasta mediados del siglo XIX. Amputaciones, sangrados, aplicación de sustancias venenosas como el mercurio… En general, todo consistía en la aplicación de reglas estrictas, obtenidas en algunos casos de oscuros tratados a los que los médicos se aferraban de forma dogmática, exponiéndose al escarnio si se apartaban de la recta vía. En 1790 se empezaba a vislumbrar lo que sería la nueva medicina. James Linde había realizado el primer (y rudimentario) ensayo clínico para descubrir la influencia de los cítricos sobre el escorbuto. La vacuna de Jenner se aplicaba con todo éxito, y Balmis no tardaría en zarpar en compañía de veintidós pequeños héroes gallegos para dispersarla por el Nuevo Mundo.

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Samuel Hahnemann, un médico de pueblo alemán preocupado por lo dañino de los poco efectivos tratamientos «heroicos», aprovecha este contexto iluminado de descubrimiento y crítica de la práctica mayoritaria para seguir un camino diferente, en busca de una medicina más amable. Por una parte, partiendo de la experiencia de las vacunas, que parecen usar la enfermedad para combatir la propia enfermedad, postula el principio de los similares: lo similar cura a lo similar. Por otra, reconociendo que ingerir una sustancia tóxica (obviamente) produce la enfermedad, postula el principio de los infinitésimos: para llegar a la curación, la sustancia ingerida tiene que estar muy diluida. Y cuanto más diluida, más «potente». Todo esto lo acompaña de un método que parte del contacto próximo con el paciente, con elaboración de historias médicas detalladas, y de una mitología basada en la dinamización de «fuerzas vitales» que se transmiten de las sustancias tóxicas al diluyente.

‘La sociedad informada empieza a rechazar lo que ya podemos denominar como fraude’

Han transcurrido más de 200 años. Hasta los aspectos más básicos del mundo de hoy serían irreconocible para Hahnemann. Hoy en día, crear desde cero un arte como el suyo sería impensable. Sabemos que las diluciones infinitesimales son absurdas, porque gracias a Avogadro conocemos el número de moléculas que hay en un recipiente. Sabemos que el principio de los similares, incluso en el caso de las vacunas, es una metáfora, porque somos conscientes de los mecanismos de acción de los microbios, de las sustancias tóxicas e incluso de nuestro propio genoma, que nos hacen enfermar.

Y sin embargo, ahí está, la «homeopatía», el  «sufrimiento similar». Partió de un éxito temprano que se imputa fácilmente a la suspensión de tratamientos agresivos y su sustitución por dietas equilibradas, normas de higiene y la administración de placebos (sustancias inocuas que producen la percepción de mejora). Se expandió rápidamente como una forma de medicina no agresiva y aparentemente científica. Hoy es un anacronismo. Arrastramos la inercia de dos siglos en los que no teníamos las herramientas necesarias para llevar a la homeopatía ante el tribunal de la evidencia empírica, por el que también pasa todo el resto de disciplinas científicas. Ante ese tribunal ha fracasado estrepitosamente: en ningún estudio de calidad en el que se compara la eficiencia de un «remedio homeopático» con la de un placebo se ha podido comprobar su superioridad frente a este. Es decir, que en los populares glóbulos homeopáticos no hay nada más que lo que parece que hay: sacarosa, lactosa y los restos de humedad que dejan la evaporación del agua «dinamizada» con exóticas tinturas madre ultra diluidas.

Durante todo ese tiempo, ha medrado gracias a su carácter de medicina suave, el efecto placebo, la apropiación indebida del término «natural» y la connivencia de autoridades y sociedades que les han dado patente de corso. Los «remedios homeopáticos» se venden en farmacias, que obtienen beneficio de ello. Los colegios de médicos cuentan con secciones de homeopatía, exigidas por ese colectivo marginal que, por algún motivo que muchos no llegamos a comprender, abraza la disciplina mágica después de duros años de estudio de la medicina (la que funciona). Además, al ser visiblemente incapaz de tratar las enfermedades visiblemente graves, como cáncer, ELA o esclerosis, ha escogido esconderse y rebautizarse como «medicina complementaria». Es decir, «usted siga con su tratamiento convencional, pero no olvide tomarse los globulitos que le harán sentirse un poco mejor», lo que supone un reconocimiento de la ausencia total de eficiencia como herramienta de curación.

‘La homeopatía tiene los días contados: la sociedad informada acabará arrinconándola’

La sociedad informada, el peor enemigo de la pseudociencia, empieza a rechazar que lo que ya podemos denominar abiertamente fraude ocupe nuestras instituciones. Especialmente, aquellas en las que más se valora la salvaguarada y transmisión de conocimientos fiables: las universidades. Difuntos másteres homeopáticos como el de la Universidad de Barcelona, la malhadada cátedra de Zaragoza son pruebas de que la sociedad rechaza que se perpetúe el fraude, a pesar de la presión de empresas como Boiron o Heel que ven peligrar sus facturaciones (en el orden de cientos de millones de euros) y de practicantes que prefirieron los remedios mágicos y la sensación de éxito antes que el camino del estudio y el rigor. Las iniciativas parten con frecuencia desde dentro de las propias universidades gracias a la mirada fresca de alumnos como Adrián Gómez en Barcelona o, más recientemente,  Borja Merino en Santiago de Compostela.

Tan insostenible es su situación que, cuando para detener la ola que amenaza con ahogarlos, envían a sus máximos representantes  para arengar a sus seguidores, acaban reconociendo frente a una sala llena de periodistas que, en efecto, ni saben cómo funcionan sus remedios, ni tienen prueba alguna de su eficacia, pero que los seguirán vendiendo «porque la gente los compra». Este fue el caso de Valérie Poinsot, directora general delegada de Boiron, en la infame rueda de prensa del 9 de marzo en Madrid

La homeopatía tiene los días contados. La sociedad informada acabará arrinconándola en el lugar que le es propio: junto a magos, curanderos y tarotistas, fuera de las universidades, en consultorios sin reconocimiento oficial. No hace falta prohibirla, igual que no están prohibidos los amuletos de cristal ni las velas negras. Pero no la dignifiquemos. Empecemos por expulsarla, junto a las otras pseudociencias, de nuestras universidades. Excepto de los libros de Historia.

Manuel F. Herrador (@mfherrador)
Dr. ingeniero de caminos
Profesor de la Universidade da Coruña
Miembro del Círculo Escéptico (circuloesceptico.org, @cescept)

12 COMENTÁRIOS

  1. Un ingeniero de caminos que no sabe nada de medicina

    1. James Lind hizo un ensayo que hoy se consideraría de paupérrima calidad. Ningún doble ciego ni nada. Y ahí tienes que la vitamina C funciona.

    2. “Por una parte, partiendo de la experiencia de las vacunas, que parecen usar la enfermedad para combatir la propia enfermedad”

    A ver, ¿estás afirmando que las vacunas de Jenner parecen usar la enfermedad? Caramba, no sólo adoleces de lo más elemental. Las vacunas de Jenner no usan la “enfermedad” usan el mismo agente causal de la enfermedad, que no sepas distinguir entre conceptos es muy grave.

    3. ¿Qué sociedad informada rechaza el “fraude” si ustedes lloran porque la encuesta del FECYT no les salió como ustedes esperaban?

    4. “Sabemos que las diluciones infinitesimales son absurdas porque gracias a Avogadro conocemos el número de moléculas que hay en un recipiente.”

    Entonces según usted matemáticamente no hay ninguna molécula en una 3C, 5C y 9C, debe ser divertido ver como usando solo el número de Avogadro te salen las cuentas para todo el espectro de “diluciones”.

    5. ” Sabemos que el principio de los similares, incluso en el caso de las vacunas, es una metáfora, porque somos conscientes de los mecanismos de acción de los microbios, de las sustancias tóxicas e incluso de nuestro propio genoma, que nos hacen enfermar.”

    Que tontería, el “principio de similares” al que incluyes la vacuna no es una metáfora.

    6. “Ante ese tribunal ha fracasado estrepitosamente: en ningún estudio de calidad en el que se compara la eficiencia de un «remedio homeopático» con la de un placebo se ha podido comprobar su superioridad frente a este.”

    Mentira. https://systematicreviewsjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/2046-4053-3-142

  2. Muy bien explicado, contando sus orígenes y porque sigue vigente.
    Emplearé el texto en mis clase, con tu permiso, pues los libros de texto no abordan el tema o sitúan la homeopatía como una terapia médica más, válida 🙁

  3. Manuel, el árnica que yo he tomado no la he comprado, me ha hecho la dilución en agua a mano un familiar mío que es médico, no sólo homeópata y de medicina natural, sino colegiado en medicina tradicional que luego se decantó por lo natural y ha conseguido grandes éxitos, y no en enfermedades que acaban desapareciendo por sí mismas. Yo sé que quien no lo ha visto no lo puede creer, ni yo lo creía hasta que lo experimenté en mí y en los demás, pero tampoco hablo de que sea una cosa milagrosa, sino que defiendo que tiene verdaderamente un efecto que no es de placebo. Yo no me he curado, sino que he visto cómo verdaderamente cada homeopático hace un efecto distinto, de modo que aunque aún la ciencia no encuentre el mecanismo por el que funciona, alguna vez lo encontratrá como tantas cosas que antes no se les veía explicación y más tarde lo encontraron.

    • Pues si era una dilución de árnica, el homeópata está atacando a su arte, puesto que no cumple el principio de los similares. Total, da igual, el síntoma remite y se lo debemos al árnica. A usted le ha funcionado. La lástima es que cuando se repite el ensayo en condiciones controladas con un grupo importante de personas se comprueba que no es más efectiva que un placebo. No lo han conseguido con ningún remedio homeopático. Por eso atribuir a la homeopatía propiedades curativas es, como ya he dicho, un fraude.

      • “Pues si era una dilución de árnica, el homeópata está atacando a su arte, puesto que no cumple el principio de los similares”

        Por favor, insisto en que me indiques cómo es que el homeópata ataca su arte por usar árnica al no cumplir el principio de similares.

  4. Siento no estar nada de acuerdo con este artículo. A mí la homeopatía no es que me caiga muy simpática por eso de que parece que no tomas nada, pero he comprobado personalmente y en mi familia que realmente hace un efecto, y no precisamente de placebo. Las reacciones del organismo son verdaderamente imprevistas. Yo tomé dos tipos, uno me mejoraba un poco, y el otro me ponía muy mal. Otro que tomé no me hizo nada otro me mejoraba algo pero se me ponía la cabeza al galope viniendo muchos pensamientos sin parar. En mi familia, uno de ellos tenía un virus, con un homeopático no le iba bien, con otro se mejoraba a rachas, pero iba mejor. Le mandaron uns dilución muy fuerte y no fue bien, y se la rebajaron hasta el punto justo y le fue de maravilla.Un simple homeopático de árnica,efectivamente, quita los dolores, pero tiene sus efectos secundarios en algunas personas. A mí me daba tensión en el cuerpo y a mi hijo dolor de cabeza y fotofobia. Y podría seguir contando casos y casos, pero quien no quiera creerlo, libre es, pero yo puedo asegurar que sí hacen efecto.

    • Pues yo me he tomado una caja entera de Sedatif PC (40 comprimidos) y, otras veces un tubo entero de Coffea Tosta 30CH (80 gránulos).
      Esto lo he hecho en más de una ocasión, con motivo de un evento dicho “suicidio homeopático”…….. y, aquí estoy.
      Ciertamente, las reacciones del organismo són verdaderament imprevistas. Pero, en estos casos, mi organismo se ha comportado de forma absolutamente previsible.

    • Eulalia, el árnica que venden como «homeopática», en realidad, no lo es. Es una de las muchas trampas que usan los laboratorios.

      En cuanto al «virus», que iba mejor, luego peor, luego cambiaron… También es una de las triquiñuelas habituales. La mayor parte de las enfermedades en las que los homeópatas dicen «tener éxito» son enfermedades que acaban desapareciendo por sí mismas. Entre visita y visita, va transcurriendo el tiempo, y al final siempre le atribuyen la curación a «haber ajustado la dilución», y todos tan contentos. A los médicos de verdad, en cambio, les exigimos éxito inmediato, o empezamos a quejarnos.

      • Por favor, te ruego a que cites una documentación oficial donde se indique “el árnica que venden como «homeopática», en realidad, no lo es. Es una de las muchas trampas que usan los laboratorios.” O puede que realmente te equivoques:

        explicandoalexplicador.blogspot.com/2015/08/homeopatia-xviii-que-es-realmente-la.html

      • “La mayor parte de las enfermedades en las que los homeópatas dicen «tener éxito» son enfermedades que acaban desapareciendo por sí mismas”

        Claro, claro, una rinitis alérgica dura 7 días y desaparece magícamente. O siempre la gripe se quita en 7 días, claro, claro.

      • “Entre visita y visita, va transcurriendo el tiempo, y al final siempre le atribuyen la curación a «haber ajustado la dilución», y todos tan contentos. A los médicos de verdad, en cambio, les exigimos éxito inmediato, o empezamos a quejarnos.”

        Claro, claro, entonces niegas que no puede ajustar “la dilución” y magícamente te olvidas de que en otras “diluciones” el paciente no responde, o eso afirman los homeópatas médicos. ¿No se supone que todos son placebofilícos?

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