martes 16 abril 2024

Monte Aloia, donde los caballos son hijos del viento

Fue el primer parque natural de Galicia. Y, curiosamente, es el más modelado por la acción humana. Porque cuando el monte Aloia alcanzó la distinción, en diciembre de 1978, su naturaleza había sido ya cambiada por sucesivas plantaciones arbóreas, a menudo de especies exóticas. Pero, aunque se trate de un espacio intensamente modificado por el ser humano, constituye un conjunto patrimonial, histórico y ecológico de gran importancia, rodeado además de mitos y leyendas.

La más hermosa de ellas es la que asegura que es el viento el que fecunda a sus yeguas. Por tanto, son hijos de Eolo los caballos salvajes que podemos encontrar en nuestro paseo y que campan por un vasto territorio que va por la sierra de O Galiñeiro y hasta los vecinos montes de A Groba.

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A ermida de San Xián.

Se dice también que el monte Aloia pudo ser el famoso monte Medulio, donde los galaicos resistieron con valor a los invasores romanos, hasta el punto de preferir la muerte antes que entregar su tierra. Lo cierto es que aquí podemos encontrar los restos de un importante castro, el de los Cubos. Y que se cuenta que aquí se asento la legión romana V Alaudae. Además, se conserva una construcción rodeada de misterio: la muralla ciclópea, de 1.250 metros de longitud, que rodea la meseta superior. Aunque existen muchas teorías para explicar la presencia de este muro gigantesco, todavía se desconoce quién lo construyó y con qué fin concreto.

El monte Aloia es una cumbre ubicada en la sierra do Galiñeiro, situada en el municipio de Tui, con superficie de 746 hectáreas. La topografía va desde los 80 a los 629 metros del Alto de San Julián, desde la que se domina un amplio tramo del río Louro y del río Miño hasta su desembocadura.

El parque está localizado en una de las zonas más densamente pobladas de Galicia y norte de Portugal. Y debe mucho al ingeniero de montes tudense Rafael Areses, que fue quien decidió repoblar con pinos este monte, en un momento en que apenas había árboles en la costa del sur de Galicia. La casa que levantó Areses en el año 1921 se emplea ahora como Centro de Visitantes, con una interesante exposición que explica el conjunto.

Buena parte de la masa forestal del Aloia procede actualmente de aquellas plantaciones de pinos. E incluso es posible encontrar también los controvertidos eucaliptos. Pero podemos encontrar también especies de sotobosque como el toxo, queiruga (Calluna vulgaris), xesta y carpazas.

Quedan algunos restos de caducifolio autóctono como carballeiras de carballo común (Quercus robur), sobreirais (Quercus suber) y vegetación de ribera compuesta por, entre otros, amieiros (Alnus glutinosa) y salgueiros (Salix atrocinerea). Tamén es frecuente la presencia de sanguiño (Frangula alnus), bidueiro (Betula alba), castiñeiro (Castanea sativa), acivro (Ilex aquifolium), érbedo (Arbutus unedo), estripeiro (Crataegus monogyna), abruñeiro (Prunus spinosa), pereira brava (Pyrus cordata) y abeleira (Corylus avellana).

Otro atractivo del parque es su riqueza micológica. Los aficionados acuden a recoger setas durante el otoño, aunque encontramos tal variedad de especies que se dan hongos todo el año.

La humedad contribuye a ello. Y a las lluvias hay que unir el hecho de que el Aloia está atravesado por varios arroyos entre los que se encuentran el de Cabanas, el Deique y el de Tabernas. Todos ellos son tributarios del Tripes y, finalmente, del padre Miño.

El parque es refugio de muchas especies animales, en especial del conejo, el teixugo, las aves rapaces y los anfibios. Entre estos últimos, destacan el tritón y la salamandra. También encontramos el soberbio lagarto arnal. Y podremos disfrutar en el paseo con el canto de pájaros como el paporrubio, el ferreiriño, la carriza, el pimpín o el verderón.

Accesible y fácil para el paseo, el monte Aloia es un parque natural para todos los públicos, con la ventaja de que es ideal para educación ambiental. Y, en los días cálidos, o cuando la niebla se enreda entre sus árbores, surgen las leyendas. Como la que dice que aquí los caballos son hijos del viento.

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