Puede que la fama mundial se la lleve el cabo Fisterra, el Finisterrae’ donde los romanos pensaban que moría el Sol cada noche. Y también es cierto que el vecino cabo Touriñán esté de moda después de la investigación del científico gallego Jorge Mira, quien determinó que allí se contempla, durante dos temporadas cada año, el último atardecer de la Europa continental. Pero si hablamos de espectacularidad, de un paisaje asombroso y de un faro monumental… todo apunta a Cabo Vilán.
Asentado en unos acantilados catalogados como Monumento Natural, esta señal marítima se yergue 125 metros sobre el nivel del mar, unido por un túnel al antiguo edificio para los fareros. Villano fue el primer faro de España dotado con luz eléctrica, que fue prendida por vez primera el 15 de enero de 1896.
Su historia llegó por una tragedia: la del navío inglés ‘ Serpent‘, que hundió muy cerca de estas rocas en 1890, dejando 172 muertos, la mayor parte de ellos chicos guardiamarinas de la Royal Navy, en lo que se convirtió en un drama que conmocionó al Reino Unido. Aún en la actualidad, cada cierto tiempo, las autoridades británicas organizan actos de homenaje en el vecino Cementerio de los Ingleses, donde reposan los infortunados jóvenes que dejaron su vida en este rincón de la Costa da Morte.
La potente luz del faro de Cabo Vilán alcanza los 50 kilómetros, siendo difícil contar las vidas que este foco ha salvado. Es suficiente apuntar que, en los días de temporal, las olas se elevan hasta veinte metros y llegan a alcanzar el propio faro.
En los acantilados donde se levanta, abunda la vida marina, con una gran cantidad de cormoranes, araos, pardelas o alcatraces. Muchos de ellos habitan en el islote conocido cómo Vilán de Fóra.
El faro es visitable y, tras conocerlo, y pasear por la vecina población de Camariñas, conviene aprovechar la ruta costera que va desde Arou a Camelle, por una pista de tierra donde apreciaremos algunos de los paisajes más espectaculares de la costa gallega.