martes 19 marzo 2024

El Sol, ¿clarea realmente nuestra ropa?

Es nuestra estrella amiga, por excelencia. Sin su luz y su energía, no habría vida en nuestro planeta. El Sol es una estrella amarilla de nuestra galaxia que convierte en su núcleo, a una temperatura de unos quince millones de grados centígrados, hidrógeno en helio. Una pequeña parte de la energía resultante de esta transformación llega a la Tierra a través de diferentes radiaciones, entre ellas las ultravioletas, que son las responsables, por ejemplo, de ponernos morenos en verano.

“Se calcula que hay más de dos cientos mil millones de estrellas en la Vía Láctea, nuestra galaxia. Estrellas como ella hay infinidad, pero su particularidad es que nos da la vida. Sin el Sol, evidentemente, no habría vida en la Tierra y, por lo tanto, a pesar de ser una estrella vulgar, para nosotros es fundamental. Se trata básicamente de una esfera de gas, sobre todo de hidrógeno que se transforma continuamente en helio. Cuando vamos de noche a ver las estrellas, todas nos parecen blancas. Pero su color depende de su temperatura superficial y los colores pasan del rojo al naranja, después amarillo, blancas y, finalmente, azules, las más frías. El Sol es una estrella amarilla que, como digo, sin su luz y su calor, la vida no sería posible en nuestro planeta”, nos explica, a modo de presentación del astro rey, José Ángel Docobo, catedrático de Astronomía de la Universidad de Santiago de Compostela.


Blanqueador natural y gratuito

Mucho antes de que colocásemos placas solares en nuestros tejados, la energía limpia del Sol ya era aprovechada de diferentes maneras por nuestros antepasados. Una de ellas, muy popular, sencilla, y previa a la llegada de los productos químicos que encontramos hoy en el mercado, era poner la ropa al sol para aclararla, es decir, para dejarla de un blanco perfecto.

Camisas, manteles o sábanas siguen siendo hoy enjabonadas y extendidas al sol para que el color amarillento desaparezca. Para Docobo, la energía del Sol es un verdadero desinfectante natural y además gratuito.

El catedrático José Ángel Docobo en la biblioteca del Observatorio Astronómico Ramón María Aller de la USC.

“No es que no funcione, es que funciona perfectamente y de manera natural. La radiación ultravioleta que nos llega del Sol, por suerte un tipo de radiación ultravioleta no tan peligrosa como otras que absorbe la propia atmósfera, es muy energética y es capaz de eliminar el color amarillento de los tejidos y blanquearlos. Además, es un desinfectante muy efectivo que acaba con las bacterias y los hongos, por ejemplo. Como digo, es un método natural y además gratuito. También se dice que la luna llena tiene la misma capacidad, pero no es así. La luz que recibimos de la luna es infinitamente menor de la que nos llega del Sol. En realidad, esa luz es una radiación reflejada de la radiación solar, y la luna solo es capaz de devolvernos un 13%. Como resultado de esto, la radiación ultravioleta es una mínima parte. Por ejemplo, si estuviésemos toda la vida bajo la radiación de la luna llena, no nos pondríamos morenos nunca. Esto ya nos da una pista de que, efectivamente, no es un buen método para blanquear la ropa”, afirma Docobo.

¿Es posible disfrutar de las auroras boreales en Galicia?

Además de su luz y su energía, el Sol nos ofrece fenómenos grandiosos como pueden ser las auroras boreales. Un espectáculo de luz, colores y formas, resultante de la interacción del viento solar cargado de partículas con el campo magnético de la Tierra. El catedrático de Astronomía nos asegura que el próximo año podríamos disfrutarlas en latitudes como las nuestras ya que el Sol se encontrará en una fase de máxima actividad, algo que ocurre cada 11 años, aproximadamente.

“Normalmente para ver estas auroras tenemos que viajar a países que están cerca del polo norte, pero cuando el Sol pasa por una fase de máxima actividad, las partículas pueden caer en latitudes mucho más bajas. En el año 1938, por ejemplo, una aurora boreal muy fuerte fue visible en toda Europa y duró hasta seis horas. En Galicia, tuvimos otra oportunidad de disfrutarlas en el mes de marzo del año 1989. El año que viene puede que el máximo de actividad sea bastante intenso porque ya en los últimos meses se han registrado auroras boreales en la Península Ibérica, fueron visibles desde Extremadura y Castilla, por ejemplo. En el mes de abril del año pasado, también ocurrió lo mismo en la costa asturiana”, subraya Docobo desde la biblioteca del Observatorio Astronómico de la USC.

El primer eclipse total de Sol del último siglo

Docobo también nos anuncia otro fenómeno relacionado con nuestra estrella amiga que centrará la atención de los científicos y, seguramente, la de todos nosotros en un futuro inmediato. Se trata del eclipse total de Sol que se podrá observar desde Galicia dentro de dos años y medio, algo que no sucedía desde 1912.

“Está previsto, concretamente, para el día doce de agosto del 2026. Se va a ver en Galicia, sobre todo en las partes norte y este del territorio. Hace casi dos décadas tuvimos también un eclipse anular, pero esta vez a luna va a tapar completamente el disco del Sol. Como ya ha pasado muchísimo tiempo desde el último eclipse total de sol, lo que vamos a experimentar va a despertar, seguramente, una gran expectación. Como ya hubo eclipses parciales en el pasado reciente, la gente ya sabe que deberá tomar muchas precauciones para disfrutar de este fenómeno, pero yo creo que lo mejor sería comenzar a concienciar a la sociedad de las medidas que serán necesarias para poder observarlo. Siendo en el mes de agosto, en pleno verano, espero que las condiciones meteorológicas estén de nuestro lado para poder disfrutarlo. Malo será”, concluye José Ángel Docobo.

El amor, ¿una cuestión de química?

Un gesto, una mirada, los rasgos de una persona o simplemente su voz. Cualquiera de estos pequeños detalles puede despertar en nosotros una atracción física, sexual o emocional provocada por nuestras hormonas que, una vez en acción, pueden llevarnos a sentir deseo, amor y cariño. Cada una de las fases de la relación entre dos personas está relacionada con una parte del cerebro, desde el más primitivo hasta el más racional, y es resultado del efecto de diferentes sustancias químicas. 

La atracción física o sexual aparece cuando, gracias a nuestros sentidos, nuestras hormonas reaccionan ante algún elemento determinado que es de nuestro agrado.

“Existen muchos estudios sobre lo que nos atrae de las personas. Algo muy curioso es que, en general, nuestro canon de belleza está relacionado con todo lo que ya conocemos. También es curioso que muchas veces nos gustan aquellas personas que se nos parecen, porque también es lo que mejor conocemos. La vista identifica eso inmediatamente, además de otras características como puede ser la simetría de un rostro. Quizás ésto sea el origen de los cánones griegos y la proporción áurea, y por eso la gente que tiene cierta simetría es considerada, a menudo, hermosa. Pero también es verdad que ciertas asimetrías nos producen una especie de juego mental desafiante que también nos puede atraer mucho”, nos cuenta Ana García Deibe, catedrática de Química Inorgánica en la Universidad de Santiago de Compostela. 

La fea que nos hace perder la cabeza

Si la atracción física se alimenta con algún tipo de contacto entre dos personas y la satisfacción y el bienestar se confirman, entra en acción una molécula que nos llevará a experimentar síntomas que no engañan : excitación, felicidad, falta de apetito y hasta cierta obnubilación. Esta molécula de nombre feniletilamina y apodada “la fea” por sus siglas, se desencadena gracias a sustancias como la dopamina o la serotonina. Un cóctel del que es difícil desengancharse.

“Tiene un efecto adictivo, porque la FEA, la feniletilamina, es una anfetamina. De hecho, los mecanismos y las partes del cerebro que se excitan con este tipo de moléculas son las mismas que se excitan con el juego o con las drogas, son muy parecidas. Por eso el amor también es, en cierta manera, adictivo, y por eso echamos de menos a alguien y se crea dependencia de una persona. Los niveles de dopamina y de serotonina, y esa felicidad que sentimos, hacen que cada vez tengamos más ganas de ver a la otra persona, sentir la excitación y las descargas de adrenalina que aceleran el corazón y hacen que nos suden las manos. Eso de que el amor es ciego es verdad, porque esas reacciones químicas hacen que se nos obnubile la zona del cerebro que es más racional. La feniletilamina también está presente en muchos alimentos, el más conocido es el chocolate. Por eso, cuando hay una ruptura amorosa y sentimos la falta de esta molécula, abusamos de él”, nos explica la científica de la USC.

La oxitocina, la verdadera hormona del amor

Si la FEA siempre fue considerada como la “molécula del amor”, García Deibe defiende que ese título debe pertenecerle a la oxitocina, una hormona que también está presente en el apogeo del deseo, pero que permanece en el tiempo garantizando otra fase de nuestra relación con la otra persona : la del cariño, la del apego, la del amor sereno y duradero

“Cuando la FEA deja de hacer su efecto, cuando el tiempo de apogeo se acaba, lo que tienes es que sentir más vínculos con la otra persona. Ya no funciona solo la atracción física. Esa atracción tiene que verse reforzada por otras cosas. En ese momento entran en acción otras moléculas y la más conocida de ellas es la oxitocina. Esta molécula es la que se libera con los abrazos o con los besos. La feniletilamina es conocida como la molécula del amor, cierto, pero realmente la hormona del amor es la oxitocina, porque es la que permanece en el tiempo y la que nos da satisfacción no solo con el contacto sexual, sino también con el contacto en general, con todas las personas. Por eso decimos que seguramente en la pandemia echábamos tanto de menos los abrazos de la gente. Es eso, es el contacto. La oxitocina es la hormona del amor y la FEA, a feniletilamina, la molécula de la exacerbación amorosa”, subraya la profesora de Química. 

¿Amor con fecha de caducidad?

Aunque algunos estudios neurológicos aseguran que el amor, en su cénit, dura menos de tres años, García Deibe insiste en que éste solo finaliza si no se crearon otros vínculos. Es decir, el amor se construye, evoluciona y, a veces, funciona.

“Estas moléculas son de metabolización rápida, por eso las reacciones en nuestro cuerpo aparecen y desaparecen. Todo son ciclos y eso está muy bien porque, de lo contrario, estaríamos todo el día ahogados, colorados, no tendríamos otra vida, no comeríamos, no dormiríamos, no haríamos nada. Pero llega un momento en el que el cuerpo ya dice, necesitamos hacer otras cosas. Es el cerebro réptil que dice hay que comer y beber, no solo reproducirse. Es cierto que algunas investigaciones datan el amor en tiempos cortos, pero también se han hecho trabajos neurológicos que estudiaron las reacciones de algunas parejas veinticinco años después de conocerse y seguían sintiendo una cierta excitación, pero gracias a mecanismos diferentes a los del principio”, afirma.

Ahora que ya sabemos que la expresión “tener química con alguien” no es solo una frase hecha, sino que reflexa perfectamente nuestra naturaleza, la profesora de la USC nos asegura que la parte más evolucionada de nuestro cerebro también es capaz de discernir y controlar, si es necesario, los estímulos que provocan en nuestro cuerpo las hormonas. 

Para finalizar, García Deibe no puede ofrecernos la fórmula mágica del amor sereno y duradero, pero insiste en que el apego y el cariño que nos ofrece la oxitocina, juegan un papel muy importante para llegar a disfrutarlo:

“Es evidente que hay gente con la que te sientes especialmente cómoda, sino las amistades no durarían lo que duran. Hay gente con la que te encuentras veinte años después y sigues encontrándote tan cómoda como la primera vez. Pero es porque nos ofrecen otras cosas, no es solo porque nos producen siempre una felicidad exacerbada. Con eso no se vive, quizás un tiempo, pero tiene que haber otras cosas. Y esas son las que crea nuestro cerebro más evolucionado”, finaliza la catedrática.

¿Las agujetas mejoran con agua y azúcar?

No conseguir ponerse en pie o simplemente levantar los brazos por lo doloroso que puede ser, es algo que ocurre cuando hacemos un ejercicio intenso o prolongado forzando nuestros músculos. Es lo que se llama tener agujetas. Antes se pensaba que eran resultado del ácido láctico que produce nuestro metabolismo cuando hacemos ejercicio y que, en forma de cristales, se depositaba en nuestros músculos, como pequeñas agujas, provocando un dolor intenso. Pero la ciencia tiene hoy otra respuesta sobre el origen de las agujetas.

“Las agujetas son dolores musculares que aparecen, normalmente, poco después de hacer ejercicio. Son muy molestas y, tradicionalmente, siempre se identificaron con depósitos del ácido láctico que produce nuestro metabolismo. Se creía, de hecho, que cuando hacíamos un ejercicio intenso, se depositaban en nuestros músculos, como pequeñas agujas, causando mucho dolor. Gracias a estudios recientes, existe la evidencia de que esto no es así, que el ácido láctico enseguida se metaboliza y no causa dolor en los músculos. Hoy creemos que las agujetas son pequeñas lesiones, pequeñas microfisuras en las fibras musculares provocadas precisamente por el ejercicio intenso”, nos explica Rosaura Leis, catedrática de Pediatría y profesora e investigadora en Nutrición en la Universidad de Santiago de Compostela (USC).

Cae un mito, el agua con azúcar no ayuda

La respuesta a nuestra pregunta de hoy no se hace esperar. Como nos confirma la científica de la USC, si el agua con azúcar era la solución para evitar la producción de ácido láctico y disminuir así el dolor de las agujetas, el remedio tradicional pierde ahora todo su sentido ya que lo que duele son las microfisuras que se producen en los músculos.

Rosaura Leis insiste en que la hidratación es necesaria, sí, para recuperar el sodio o el potasio, por ejemplo, que perdemos cuando sudamos al hacer ejercicio. De hecho, hoy encontramos en el mercado muchas bebidas que prometen ayudarnos a recuperar estos elementos pero, Leis, hace una precisión al respeto:

Rosaura Leis es catedrática de Pediatría y profesora e investigadora en Nutrición en la Universidad de Santiago.

“Efectivamente, cuando uno hace ejercicio, una buena hidratación es algo muy importante, y, según el tipo de ejercicio, puede ser beneficioso incluso el consumo de bebidas que tengan agua, sodio, potasio y azúcar, que es un nutriente que nos da energía para realizar los movimientos musculares. Pero tenemos que tener mucho cuidado con otro tipo de bebidas que yo llamo estimulantes porque, además de todos los componentes de los que hablamos, también incluyen sustancias, a veces en cantidades muy elevadas, como la cafeína u otros estimulantes que tienen efectos sobre nuestro organismo. Por eso no es aconsejable su consumo, sobre todo los niños y los adolescentes”, nos explica la profesora de la Facultad de Medicina.

Una dieta equilibrada, la mejor prevención

Rosaura Leis nos recuerda también los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) respecto al consumo de azúcar que, según las indicaciones, no puede superar el 5% de todas las calorías que consumimos cada día. También por eso nos advierte sobre muchas de las bebidas con agua y azúcar que prometen ayudar a recuperarnos, sin el dolor de las agujetas, después de realizar ejercicio.

Intentar evitarlas o disminuir su intensidad sería lo más inteligente y para eso, Leis lo tiene muy claro: “Solo una dieta equilibrada, variada y diversificada, será lo que nos permita prepararnos para hacer ejercicio y reducir así las posibilidades de sufrir agujetas. Esto no significa que no podamos tomar un poco de agua con azúcar, pero es nuestra dieta la que nos aportará energía y la que nos aportará las proteínas, los hidratos de carbono, las grasas saludables y todos los componentes funcionales que tiene una dieta para conseguir el mejor estado físico posible para la realización de ejercicio en nuestra vida diaria”, afirma.

Un poco de frío, la solución inmediata

La OMS aconseja realizar una hora de actividad física al día para mantenernos en un buen estado de salud. Si optamos por hacer ejercicio, además de una dieta equilibrada y una buena hidratación, Leis preconiza preparar nuestros músculos antes de comenzar para evitar forzarlos y también al finalizar para que vuelvan su posición normal, es decir, cuando están en estado de reposo.

Pero si a pesar de esta preparación, sufrimos finalmente el terrible dolor de las agujetas, la catedrática de la USC, nos deja un consejo para saber qué hacer:

“La solución cuando tienes agujetas es sencilla: llegas a casa, aplicas frío en el músculo que te duele para disminuir la inflamación que causa este dolor y favorecer la recuperación, sigue una dieta equilibrada y saludable, bebe, hidrátate bien y ve moviendo poco a poco el músculo. Es aconsejable también, si puede ser, por si tenemos mucho dolor o por si la situación se repite, tener un buen asesoramiento de un profesional de la actividad física o un sanitario, esto es fundamental. Pero quiero insistir, antes de finalizar, en que prepararse para el ejercicio es esencial. Tenemos que hacer unos buenos estiramientos antes del ejercicio y una vez que finalice, y, sobre todo, nunca forzar nuestros músculos cuando trabajemos con ellos”.

¿Es la inteligencia artificial una amenaza para la humanidad?

La ambición científica de que las máquinas llegasen a simular o superar un día a la inteligencia humana para mejorar nuestras vidas, fue presentada al mundo a mediados del siglo pasado bajo el nombre de inteligencia artificial. Fue en el verano del año 1956 en el Dartmouth College, una universidad de la costa este de los Estados Unidos de América, cuando un grupo multidisciplinar de científicos celebró una reunión, financiada por la Fundación Rockefeller, para dar a conocer el nacimiento de un nuevo campo científico tecnológico.

“Ese fue el germen de la inteligencia artificial pública, la primera vez que se hablaba de ella en los medios y en los laboratorios de investigación de todo el mundo. En esa reunión había matemáticos, físicos, psicólogos, filósofos, ingenieros y economistas. También podemos decir que el verdadero arranque de la inteligencia artificial fue poco antes, en el año 1943, con la publicación del primer modelo matemático de neurona, pero es cierto que fue después de esa reunión en el Dartmouth College, cuando se hizo público ese nuevo campo, con un nombre y con un objetivo claro que era ser capaces de crear una inteligencia artificial equivalente o superior a la humana. Aún estamos lejos de alcanzar ese reto, entre otras cosas porque no sabemos siempre cómo avanzar”, asegura Senén Barro, director del Centro Singular de Investigación en Tecnologías Inteligentes (CiTIUS), de la Universidad de Santiago de Compostela. 

La electricidad del siglo XXI 

Casi siete décadas después, el concepto ya forma parte de nuestro vocabulario y sobre todo de nuestra vida cotidiana, porque es uno de los elementos esenciales en muchos de los servicios que empleamos y en los cuidados que recibimos: desde los asistentes de voz de nuestros teléfonos inteligentes que nos ayudan a encontrar una información, hasta el diagnóstico de enfermedades, pasando por la identificación automática de correos electrónicos no deseados o las propuestas de las plataformas de música o video que empleamos, basándose en nuestras preferencias. 

Esta revolución impulsada en los últimos años gracias a los avances tecnológicos, a la disponibilidad sin precedentes de enormes cantidades de datos y, sobre todo, a la inversión económica, fue bautizada por Andrew Ng, profesor en la Universidad de Stanford, en California, y gurú de la inteligencia artificial, como la “electricidad del siglo XXI”. 

“Esta comparación es un poco exagerada, pero muy útil ya que, de alguna manera, nos ofrece varios mensajes interesantes. El primero es que, tal como la electricidad hoy está en todas partes y no podríamos tener la vida que tenemos, la vida que construimos, sin ella, pues cada vez más ocurre lo mismo con la inteligencia artificial, ya que muchos dispositivos que empleamos ya la llevan integrada, como los relojes, los teléfonos, los coches, los ordenadores, los robots, etc. En segundo lugar, debemos pensar que si un día se produce un apagón energético, eso sería algo dramático para la humanidad, pues con la inteligencia artificial pasará lo mismo si la desconectamos. Sin ella, nuestros dispositivos no funcionarán correctamente, en un mundo en el que ya dependeremos en buena medida de ella, en un mundo en el que ya no sabremos vivir sin la inteligencia artificial porque también hará mejores nuestras vidas”, afirma el científico del CiTIUS. 

Es como alarmarnos por la superpoblación en Marte 

Pero como ocurrió con todos los grandes avances que tuvieron un impacto importante en la humanidad por su poder transformador, la inteligencia artificial también despierta muchos recelos, temor y desconfianza. Unos sentimientos propios del pánico moral o del pesimismo típico que provocan todas las grandes revoluciones tecnológicas. 

Para saber si existe realmente el riesgo de que la inteligencia artificial llegue a poner un día en peligro a la humanidad, le preguntamos a Senén Barro, quien nos responde con una ingeniosa frase del profesor Andrew Ng. 

“Preocuparnos hoy por una inteligencia artificial, superinteligente, que pueda tomar el control del mundo y someternos, es como preocuparse por la superpoblación en Marte. Es una frase muy directa que nos hace reflexionar. Yo creo que es positivo que algunas personas se interroguen sobre esa posible superinteligencia que podríamos tener el día de mañana. Es importante que lo hagan porque es una forma de pensar a largo plazo, de poder anticiparse o de aportar ideas que pueden ser muy útiles. Pero desde luego tener pánico, alarma y, sobre todo, transmitir esa preocupación a la población, eso es mala fe porque ahora mismo no estamos en esa situación. Hay riesgos, claro, tenemos que afrontarlos, pero ahora mismo no es cierto que la inteligencia artificial pueda llegar a someternos o aniquilarnos », subraya Senén Barro. 

Automatización del trabajo, la preocupación más urgente 

La educación y sobre todo unas reglas exhaustivas como las previstas en la futura ley de inteligencia artificial de la Unión Europea, pendiente de adopción por parte del Parlamento y del Consejo europeos después del acuerdo alcanzado el pasado mes de diciembre, son los elementos que el director del CiTIUS considera indispensables para garantizar el buen uso de la inteligencia artificial. 

Pero para finalizar, Senén Barro, nos desvela cuál es su mayor inquietud respecto a la inteligencia artificial, una preocupación que sería la más acertada afrontar en este momento de su desarrollo. 

“Me inquieta que nos despreocupemos completamente de cuál puede ser el impacto de la automatización del trabajo. Creo que es un tema que merece toda nuestra atención y sobre todo la de los gobiernos. Aún no se está trabajando en esa línea con la intensidad con la se debería. Automatizar el trabajo, en principio, es muy positivo, en la medida en la que la productividad resultante y la riqueza que se genere sea distribuida de una manera justa y no sirva para incrementar las diferencias sociales, económicas, culturales o las relacionadas con la salud. Eso es de lo que deberíamos estar preocupándonos ahora y no en la posibilidad de que un día la inteligencia artificial se nos vaya de las manos. Como dijo Andrew Ng, eso es como estar hoy en alerta por la superpoblación en Marte”, concluye Barro.

¿Comer huevos dispara nuestro colesterol?

Cocidos, en la tortilla de patatas, revueltos con hortalizas o en los dulces del postre. En nuestra gastronomía muchas recetas, sobre todo las tradicionales, llevan huevos de gallina. De hecho, son un alimento muy completo que nos ofrece proteínas y ácidos grasos además de vitaminas y minerales que nuestro organismo no produce y tenemos que absorber de los alimentos. Es un producto con un precio accesible y de fácil preparación.

Pero durante muchos años hablar de comer huevos fue sinónimo de colesterol en la sangre. Una relación que hoy pueden rechazar los científicos, como Manuel Vázquez, catedrático de Tecnología de los Alimentos en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), gracias a la investigación.

“Cuando existía menos conocimiento científico, se hacía una relación directa. Si tener mucho colesterol en la sangre es malo porque está relacionado con algunas enfermedades, aquellos alimentos que tengan un alto contenido de colesterol también son dañinos y debemos reducir su consumo. Esa era la conclusión en ese momento. Pero hoy sabemos que nuestro organismo no absorbe todo el colesterol porque viene acompañado con otras sustancias como proteínas que pueden dificultar su absorción. Además, tampoco se sabía que nuestro propio organismo produce colesterol y lo que hace es ajustar la cantidad que necesita con el que recibe de los alimentos”, nos explica Vázquez.

El consumo de huevos se limita en casos especiales

Con los huevos libres ya de toda sospecha, las recomendaciones dietéticas nos indican hoy que su consumo sea de hasta cuatro unidades por semana por ser una buena fuente de proteínas frente a la carne y un producto con un impacto medioambiental relativamente bajo. Respeto al colesterol, el límite es de trescientos miligramos por día. Una indicación que podría desaparecer en un futuro no tan lejano como ya ocurrió en otros países como Estados Unidos. “No tiene mucho sentido regular el consumo de colesterol cuando ya sabemos que nuestro organismo también lo está generando”, afirma Vázquez.

Manuel Vázquez, catedrático de Tecnología de los Alimentos en la USC.

El catedrático del campus de Lugo asegura que muchos de los problemas de elevada concentración de colesterol en la sangre pueden ser genéticos o hereditarios y que eso hay que tenerlo en cuenta en nuestra dieta, además de la manera de cocinar los alimentos. El científico de la USC, también precisa el caso excepcional de algunas personas.

“Hay un porcentaje de población muy pequeña, sobre un 2%, que padece un problema de hiperrespuesta, es decir, con el consumo del colesterol que hay en los huevos o cualquier otro alimento, aumentan mucho su concentración en la sangre. Son casos especiales que necesitan de un seguimiento médico, por endocrinólogos que hagan un estudio completo. Por lo tanto, si por prescripción médica te recomiendan no consumir huevos porque tienes ese problema, tienes que reducir efectivamente su consumo”, insiste Vázquez.

Mejor tortilla francesa que huevo frito para el colesterol

El catedrático en la Facultad de Veterinaria de la USC, dirigió recientemente una tesis en la que se estudiaba con ultrafiltraciones cómo interactúan el colesterol y las proteínas de los huevos. Gracias a una simulación in vitro de lo que puede pasar en nuestro intestino, se comprobó que cuando la yema se filtraba sola, el colesterol pasaba por las membranas de la ultrafiltración, pero cuando se filtraba mezclada con la clara, no se detectaba al otro lado.

“La conclusión fue que el colesterol no pasaba por las membranas porque estaba asociado a las proteínas de la clara. Esto tiene unas implicaciones muy importantes en la alimentación, sobre todo en la de aquellas personas que tengan que controlar el colesterol, por ejemplo, porque podemos suponer que si consumimos la yema y la clara juntas, el colesterol no va a ser absorbido por nuestro organismo. Por eso decimos que es más saludable consumir un huevo en forma de tortilla francesa que frito, ya que en este caso la yema estaría separada de las proteínas de la clara”, nos explica Vázquez.

Refrigeración y consumo rápido para evitar riesgos

La legislación vigente divide los huevos en cuatro categorías que encontramos en el mercado dependiendo del tipo de cría de las gallinas, de las que están siempre en una jaula hasta las que pueden disfrutar del aire libre. “Los de tipo 0 son los ecológicos que también ofrecen una trazabilidad y garantizan que en la alimentación de las gallinas no hay pesticidas ni otras sustancias perjudiciales para nuestra salud”, precisa el catedrático.

Una vez en casa pueden mantenerse a temperatura ambiente, pero es en el momento de romper la cáscara para utilizarlos, cuando debemos tener mucho cuidado para evitar riesgos sanitarios.

“Los huevos en principio no tienen ningún problema, se pueden consumir perfectamente y no tenemos que meterlos en la nevera como hacemos normalmente. El problema es cuando se procesan, al romper la cáscara que le sirve de protección para que no entren microorganismos. Son una buena fuente de nutrientes, por eso puede ser un buen medio de cultivo de organismos que nos pueden producir alguna enfermedad. Hay que tener mucho cuidado y emplear y consumir rápido los huevos después de abrirlos, mantener los productos derivados, es decir, con los huevos ya transformados, siempre en el frío de la nevera y, si puede ser, comer esa tarta, esa crema o esa mayonesa lo antes posible”, nos aconseja, para finalizar, Manuel Vázquez.

¿Tienen los mosquitos colores de predilección? 

¿Quién no ha pasado una noche levantado buscando a un mosquito que decidió escogernos como víctima o quién no huyó a casa después de un fracasado paseo en un parque para refrescarse? Los mosquitos son insectos voraces con un aparato bucal dotado de unos estiletes que, como una jeringa, emplean para alimentarse con nuestra sangre. Miden apenas unos cinco milímetros y sus larvas se desarrollan siempre en charcas o espacios con aguas estancadas. “Son unos insectos que tienen siempre mucho apetito. Como ejemplo, podemos decir que sería como si una persona que pesa setenta kilos, comiese por la noche setenta kilos de comida. Los mosquitos toman una cantidad de alimento equivalente a su peso, por eso decimos que son extraordinariamente voraces. Y también son muy rápidos, llegan a mover sus alas hasta doscientas cincuenta veces por segundo, por eso cuando intentamos darle con la mano para espantarlos, para ellos es cómo si nos hubiésemos aproximado a cámara lenta y por eso consiguen huir siempre”, nos cuenta Carlos Otero, entomólogo y Profesor Ad Honorem de la Universidad de Santiago de Compostela. 

Picarnos, una necesidad de las hembras 

Una vez convertidos ya en insectos adultos, machos y hembras, los mosquitos se alimentan de las plantas, de su savia y de sus sustancias azucaradas. Pero serán las hembras las que nos piquen, y no los machos, porque ellas necesitan más ingredientes como las proteínas que están en la sangre de los humanos, para hacer posible la ovogénesis y así reproducirse. “Cada vez que nos pican nos cogen un poco de sangre para conseguir esas proteínas que necesitan y también hierro que, por cierto, tienen que controlar porque nuestra hemoglobina contiene una gran cantidad. Existen experimentos que demuestran que después de recibir dosis de aminoácidos de proteínas ya no picaban, no lo necesitaban, quedaban tranquilos. Como digo, la razón por la que pican a los humanos es para realizar la ovogénesis y permitir el desarrollo de sus huevos, por eso necesitan reservas y buscan siempre a un vertebrado, a un mamífero, que les propocione la sangre que precisan”, nos explica Otero. 

El negro es su color favorito 

Nuestra temperatura corporal va a ser uno de los elementos determinantes a la hora de ser escogidos por los mosquitos, temperatura que aumenta, por ejemplo cuando hacemos deporte, sobre todo en las zonas predilectas de estos insectos: el tórax, la cabeza y las extremidades. El ácido láctico y las bacterias presentes en nuestra piel después de hacer ejercicio, el movimiento, como cuando gesticulamos, y determinados grupos sanguíneos, son otros elementos que también atraen a los mosquitos. 

¿Pero qué ocurre con los colores? ¿Es cierto que tienen sus favoritos a la hora de escoger a su víctima por cómo va vestida, por ejemplo? “Sí, los colores que prefieren son sobre todo el negro y los colores cálidos. Los colores fríos les atraen menos, y el blanco. No sabemos con exactitud cuál es la razón, pero seguramente será por el tipo de visión que tienen. Ven muy mal a pesar de tener unos ojos muy grandes, pero creo que es por el efecto del reflejo de la luz sobre los vegetales o los tejidos que tengan esos colores. De la visión de muchos insectos, como las abejas, sabemos mucho, pero sobre la de otros, como los mosquitos, desconocemos por qué ven tan mal. Lo que sí es seguro es que tienen un olfato extraordinario y por eso, yo diría que el asunto de los colores, en el fondo, es más una creencia porque al final es el olfato lo que acaba determinando la presa”, asegura el entomólogo de la USC. 

Facilitar nuestra convivencia con los mosquitos 

Existen más de tres mil especies conocidas en todo el mundo, de ellas, unas doscientas pueden causar serios problemas sanitarios, y hasta miles de muertes, por ser insectos transmisores de enfermedades sobre todo en las zonas tropicales y subtropicales de nuestro planeta. Pero el papel de los mosquitos en la naturaleza y en los ecosistemas es muy importante ya que realizan una enorme función de reciclaje de material descompuesto, como animales muertos o excrementos, son polinizadores y sirven de alimento a los pájaros, a los anfibios y a los reptiles, por ejemplo. “No podemos eliminarlos, eso sería una auténtica barbaridad, porque si desaparecen los mosquitos otra especie cumplirá su papel en la naturaleza y, seguramente, con consecuencias peores”, advierte Carlos Otero. 

“Si queremos evitar tener mosquitos en casa lo que tenemos que hacer es eliminar todo aquello que tenga un poco de agua, un barreño olvidado, ruedas abandonadas, botes vacíos, o plantas. Esos serán siempre los lugares escogidos por los mosquitos para poner sus huevos. En la naturaleza siempre existe un equilibrio y nosotros lo rompemos muchas veces, tenemos que ser conscientes de ello. Lo mejor para protegerse de los mosquitos, sin duda, es simplemente limpiar nuestra piel, ducharse antes de dormir sin jabón ni otros productos, para eliminar el sudor o bacterias y poder así descansar sin problema toda la noche porque, como digo, lo que más los atrae es el olor corporal”, afirma el profesor de la USC. 

¿Es el limón un remedio contra todos los males? 

En nuestros platos de pescado o carne, en los postres o con las infusiones, el limón forma parte de nuestra cultura gastronómica. Es el fruto del limonero, uno de los árboles más importantes del mundo que tiene origen en Asia y llegó a Europa en la época de la Antigua Roma hace más de veinte siglos. Se trata de un alimento compuesto casi en su totalidad por agua junto con carbohidratos, fibra, vitaminas como la C, minerales como el potasio, el hierro o el zinc, ácidos como el cítrico y compuestos como los flavonoides. Un conjunto de elementos que le confieren propiedades antioxidantes que ayudan a prevenir el daño celular en nuestro cuerpo. 

Pero en los últimos años el limón es presentado, sobre todo en las redes sociales, como un superalimento, el remedio contra todos los males, de los resfriados a la gota, pasando por la limpieza de toxinas de nuestro cuerpo si se consume en ayunas con agua caliente, o incluso para la prevención del cáncer.

«Cada temporada hay un alimento diferente que está de moda. Esto ocurrió con los aguacates y con los frutos secos, por ejemplo, se les atribuyeron propiedades que realmente no son tan relevantes o tan ciertas. Yo pienso que la moda del limón surge porque tradicionalmente fue un alimento que siempre estuvo presente tanto en nuestra dieta como en las creencias populares. Es decir, el limón era antiguamente el remedio para todo, para resfriados, para la conjuntivitis, para preservar los alimentos, para todo. Y esto, hoy en día, con los avances en la ciencia y en la tecnología alimentaria que se han producido, se está viendo que, efectivamente, no es tan cierto como se creía. Antes no teníamos los medios para confirmar nuestras creencias”, explica Nerea González, dietista y nutricionista graduada en la Universidad de Santiago de Compostela. 

Mitos con sabor agrio 

La lista de mitos que giran alrededor del limón y que nos presenta la científica de la USC, es enorme. Para comenzar, Nerea desmiente que el limón ayude a adelgazar ya que lo que se hace realmente, afirma, es dejar de consumir muchos otros alimentos, como ocurre en la llamada dieta de la limonada. Prosigue negando que sea un alimento “detox”, es decir, que elimina las toxinas de nuestro cuerpo, y nos recuerda que los encargados de hacerlo son únicamente nuestros riñones y nuestro hígado, en ningún caso el consumo de un alimento en concreto.

La dietista del campus de Lugo nos asegura también que no ayuda a prevenir los resfriados, como es costumbre pensar. «Lo que pasa es que el contenido en vitamina C tanto del limón como de otras frutas o verduras que incluso pueden tener más vitamina C que el limón, ayuda a que nuestro sistema inmune esté activo y saludable. Por lo tanto, al tener un sistema inmune más activo y más saludable, somos más fuertes frente al contagio de otras enfermedades. Pero esto también es cierto para el brécol o los pimientos», insiste.

Tampoco es diurético sino que simplemente ayuda a que bebamos más agua con un sabor agradable y particular. Por último, no es cierto que ayude a prevenir el cáncer y tampoco es la solución para el estreñimiento ya que en un zumo de limón, la fibra de esta fruta se ha eliminado.

«Está demostrado que tanto la vitamina C, como los flavonoides, como algún tipo de ácidos que contiene el limón, pueden tener propiedades antibacterianas, antitumorales e incluso antivirales. Lo que ocurre es que esto está demostrado utilizando cantidades muy elevadas de estas sustancias, tanto del limón como de otras frutas. Hoy en día no hay evidencia científica que nos permita decir que estos efectos también son posibles con el consumo normal de estos alimentos», afirma. 

Los peligros de un consumo excesivo 

«Todas las creencias que presentan el limón como un superalimento son falsas. La inclusión del limón en nuestra dieta debe ser únicamente porque nos gusta este alimento y porque nos gusta consumirlo». Así de determinante es Nerea González cuando repasamos algunas de las recomendaciones que aparecen a menudo en nuestra pantalla del ordenador o del téléfono móvil.

La dietista-nutricionista de la USC, nos alerta también de que un consumo excesivo de limón o de alimentos ácidos, en general, puede afectar al esmalte de nuestros dientes favoreciendo la sensibilidad o incluso la aparición de caries. A nivel estomacal, puede generar molestias y favorecer la aparición o el empeoramiento de la gastritis.

«Las propiedades beneficiosas que se le atribuyen al limón, no son por el limón en sí mismo, sino por los compuestos que presenta como la vitamina C, el ácido cítrico o los flavonoides. Esos compuestos están presentes no solo en el limón, sino también en todas las verduras y, casi en general, en todas las frutas. Por lo tanto, el consumo únicamente de limón no va a ofrecer ningún beneficio a nuestra salud. Alimentarnos únicamente de un tipo de alimento y mucho menos restringir el consumo natural de alimentos por seguir algún tipo de dieta, de moda o de mitos, no es saludable. Lo que tenemos que hacer es incluir una gran variedad de alimentos en nuestra dieta y si tomar una limonada nos hace sentir bien, si creemos que nos va a ayudar a mejorar nuestra salud, pues no hay problema. Lo correcto es alimentarnos en base a lo que nos hace sentir bien no solo a nivel físico, sino también a nivel sentimental y mental”, concluye. 

¿Puede caer un rayo dos veces en el mismo sitio?

Miles de rayos caen todos los días en nuestro planeta, tanto en invierno como en verano, poco importa. Esas descargas eléctricas de gran intensidad, pueden llegar a suponer la muerte de las personas o de los animales si son alcanzados, la destrucción de una vivienda o de un monumento, y hasta la pérdida de un bosque por los incendios que pueden provocar. Protegerse en caso de tormenta eléctrica es importante y aconsejable, sobre todo cuando vemos el relámpago y poco después oímos el trueno.

Jorge Mira, catedrático de Electromagnetismo de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), nos explica el cálculo que nos puede ayudar a evitar riesgos, si el mal tiempo nos coge de improviso:

“La visión del relámpago y el ruido del trueno que nos llega son dos fenómenos que nos permiten saber a qué distancia se están produciendo las descargas, porque la luz nos llega de manera prácticamente inmediata, mientras que el sonido se va propagando a la velocidad del sonido en el aire, que son unos 340 metros por segundo. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es contar los segundos que hay desde que aparece el relámpago hasta que nos llega a nosotros el ruído del trueno. De este modo, si pasan 3 segundos desde que vimos el relámpago hasta que oímos el trueno, eso quiere decir que el rayo cayó en un punto que está a un kilómetro de nosotros”.

Una cometa y una llave para protegernos de los rayos

Ficción o realidad, la historia cuenta que en el siglo XVIII Benjamin Franklin, científico y uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, empleó como herramientas una cometa y una llave para conseguir atraer las descargas eléctricas de las nubes hacia un punto determinado en el suelo. Fue así como Franklin inventó el primer pararrayos de la historia, creando un canal de preferencia para la descarga de los rayos en un núcleo de población, por ejemplo.

“Para entender cuál es el fundamento de un pararrayos tenemos que hacernos una idea de cómo funciona la llamada electroestática, es decir, cómo se acumulan las cargas eléctricas en la superficie de un objeto. Si tenemos un objeto plano, pero que de repente tiene una punta, una parte que sobresale, las cargas eléctricas se van a concentrar preferentemente en esa zona. Por lo tanto, desde la parte más alta de una nube que está cargada y que está deseando soltar el exceso de potencial eléctrico, al mirar para el suelo, va a tender a dirigirse al punto que tenga más densidad de carga, porque esa es la zona que está pidiendo reequilibrar esa carga. Como digo, las puntas van a ser los lugares en los que preferentemente caiga un rayo y esa es la idea del invento de Franklin: que el pararrayos sea una punta que sobresale más que nada a su alrededor”, nos dice el catedrático de la USC.

Jorge Mira es catedrático de Electromagnetismo de la USC.

Los rayos pueden y deben caer siempre en el mismo lugar

Jorge Mira sonríe ante la pregunta de si las descargas eléctricas pueden escoger dos veces el mismo objetivo y nos recuerda que los pararrayos, justamente, están hechos para eso, para que los rayos caigan siempre sobre ellos neutralizando así el peligro en la zona que los rodea.

En los lugares sin protección, el científico precisa: “Cualquier zona que sobresalga, por ejemplo un árbol en una llanura, va a hacer un efecto análogo al pararrayos. Ese árbol va a ser el punto en el que va a haber mayor acumulación de carga, y, por lo tanto, va a ser el punto más probable en el que caiga ese rayo varias veces. Pero además de la morfología, hay otra circunstancia que puede ser importante, la propia conductividad del terreno. Si estamos en una zona en la que existe una presencia importante de metales o en la que la conductividad es más alta por alguna razón, eso va a favorecer también que ahí caiga el rayo”.

Los árboles, la peor elección para protegernos de la tormenta

Mira también evoca el azar como explicación de la caída de un rayo en un lugar sin características determinantes y preconiza el uso de un pararrayos, si la situación se repite y el riesgo es importante. “Hay una parte que es azarosa, tenemos que tenerlo en cuenta para no estar extremadamente preocupados si alguna vez cayó un rayo en un lugar que no tenga características acusadas. Pero si vuelve a ocurrir y el riesgo es importante, lo mejor es pensar en un pararrayos. Si tienes una granja de vacas y un rayo mató a cuarenta animales y al año siguiente volvió a suceder, pues lo normal sería instalar un sistema de protección como el pararrayos. En este caso no hay duda”, afirma.

El catedrático de Electromagnetismo nos aconseja, para finalizar, evitar siempre ser la punta más sobresaliente de un lugar si nos encontramos en una zona muy llana, en caso de tormenta eléctrica. «Refugiarse bajo un árbol sería una equivocación porque me encontraría justamente cerca del elemento que más sobresale en el terreno. Esto es válido para los árboles o para cualquer otra cosa que sobresalga. Ése no sería el lugar ideal para protegernos”.

Pan con masa madre: más saludable y sabroso?

Desde hace unos años se reivindica, en los reclamos publicitarios, la presencia de masa madre en la elaboración del pan. Panaderías, supermercados, redes sociales y revistas de gastronomía o bienestar hablan de la masa madre como si de un ingrediente olvidado y recuperado se tratase. Una promesa de calidad proporcional muchas veces a su precio, sobre todo en los establecimientos más sofisticados de las grandes ciudades. Pero, ¿es realmente el pan con masa madre el más saludable y también el más sabroso que podemos escoger para nuestro consumo? 

«En primer lugar creo que es conveniente explicar que hay dos tipos de masa madre: la activa y la inactiva. La masa madre activa está compuesta por harina de trigo u otro cereal, o una mezcla de cereales, y agua, con o sin adición de sal. Se deja que esa masa fermente espontáneamente y el resultado es una masa madre activa con una microflora acidificante constituida por bacterias lácticas y levaduras salvajes. Su función va ser asegurar la fermentación de la masa de pan. La masa madre inactiva es esa misma masa madre, pero con microorganismos inactivos porque fue sometida a un tratamiento térmico como un secado, una pasteurización o equivalente, es decir, no va a tener poder fermentativo. Por lo tanto, se emplea como un ingrediente para conferirle al pan ciertas propiedades organolépticas como si hubiese sido elaborado con masa madre activa», precisa Ángeles Romero, catedrática de Tecnología de los Alimentos en la Universidad de Santiago de Compostela y directora de la Cátedra del Pan y el Cereal. 

Una receta milenaria que pasó de mano en mano 

El pan es un alimento básico de la humanidad desde hace miles de años, desde que el hombre empezó a cultivar cereales en el Neolítico y a moler el grano. Pero fue solo en el Antiguo Egipto cuando, aparentemente en un descuido, se descubrió otra manera de hacer pan. «Inicialmente se mezclaba el cereal con agua y se cocía como una especie de papilla. Pero fue efectivamente en la época de los egipcios cuando, en una masa olvidada, descubrieron la fermentación espontánea y que, una vez cocida esa masa que había hinchado, las propiedades del producto final eran totalmente diferentes», nos cuenta Romero. 

Hasta que apareció la levadura comercial a finales del siglo XIX, la masa madre fue el elemento fundamental para la fermentación del pan. Las familias fueron guardando su propia masa, pasándola incluso de generación en generación, y todas las panaderías siguen contando hoy con su propia masa madre, que cuidan y regeneran para no quedarse nunca sin ella. 

«Para conservarla en casa, podemos meterla en la nevera y sacarla cuando la necesitemos. Cuando esté a temperatura ambiente, las bacterias y las levaduras vuelven a activarse. Esta es la masa madre que se utiliza en las panaderías tradicionales, es lo que llamamos en Galicia el formento de toda la vida», subraya la catedrática de la USC. 

Buenos ingredientes y tiempo de reposo 

A la pregunta de si el pan con masa madre es más saludable y sabroso, Ángeles Romero responde con rotundidad: «Para obtener un buen pan no solo es esencial que lleve masa madre activa, los tiempos de fermentación también son muy importantes, es otra de las condiciones». Tiempo, nos explica, para que las bacterias lácticas y las levaduras que están vivas en la masa madre, actúen sobre los hidratos de carbono y las proteínas presentes en el pan. 

«El pan tradicional con masa madre y tiempo de reposo es beneficioso desde todos los puntos de vista. Nutricionalmente hablando, el pan va a tener un menor índice glucémico, es decir, menos cantidad de azúcares de fácil asimilación, va a tener mayor cantidad de minerales biodisponibles y va a ser mucho más digerible. Además, tendrá unas mejores características organolépticas, textura, sabor y aroma, y va a ser un poco más ácido, lo que permite que se conserve mejor durante más tiempo. Esto no ocurre con la masa madre inactiva, por eso habría que preguntar, en cada caso, qué tipo de masa madre se emplea para la elaboración del pan. En caso de que sea activa, preguntar también cuánto fue el tiempo de fermentación, para saber si las bacterias y las levaduras pudieron actuar adecuadamente, o el reposo fue solo de una hora y se metió ya en el horno», explica la científica del campus de Lugo. 

Cuantos menos ingredientes, mejor es el pan 

Ángeles Romero nos recuerda esos tiempos de fermentación necesarios para obtener un buen producto, “lo que conocemos en Galicia como el pan común”, afirma: un mínimo de una hora después de amasar harina, agua, masa madre activa, con o sin levadura natural, y sal, y tres horas, por lo menos, después de dividir la masa y de conferirle la forma que se desea para el producto final. 

Bolo, bola, fogaza, roscón o barra, son algunos de los formatos tradicionales del Pan Gallego que cuenta con una Indicación Geográfica Protegida (IGP). Realizado siempre de manera artesanal, el pan gallego debe contar por lo menos con un 25% de trigo cultivado en Galicia perteneciente a dos variedades autóctonas, callobre y caaveiro. 

Romero nos asegura que el mejor lugar para comprar el pan son las panaderías tradicionales ya que en otros establecimientos el pan está envasado y la información especificada no incluye ni el tiempo de fermentación ni el origen de los cereales. Dos datos que echa en falta la catedrática de la USC, aunque insiste, para finalizar, en que “en lo primero que tiene que fijarse el consumidor es en los ingredientes. Cuantos menos sean, mejor, porque lo único que necesita un buen pan como el tradicional gallego es harina, agua, masa madre y sal”. 

Ortiga y menta: veneno y antídoto? 

Rozar nuestra piel con una ortiga puede llegar a estropearnos un paseo. La necesidad de rascarnos con fuerza en la zona inflamada es inmediata e insoportable, pero casi siempre pasajera. Su nombre, Urtica dioica o Urtica urens, las dos especies más comunes en Galicia, no engaña: la ortiga pica y mucho. Aun así y desde hace miles de años, esta planta forma parte de la vida cotidiana de la gente, como alimento por ser muy nutritiva para las personas o los animales, por ser empleada como remedio tradicional para algunas molestias o por ser una fibra vegetal de gran calidad para la elaboración de tejidos. 

«Son plantas a las que les gustan mucho los ambientes algo alterados, lo que llamamos nitrofilia, es decir, tener apetencia por lugares con mucho nitrógeno en el suelo. Son frecuentes en las orillas de los caminos por donde se pisa mucho y el material vegetal vuelve de nuevo al suelo y se acumula. La ortiga tiene una larga trayectoria de uso por el ser humano por sus propiedades alimenticias y también medicinales. En la zona alta del río Miño, por ejemplo, fueron registrados hasta cincuenta y dos usos tradicionales. Es nuestra compañera desde el Neolítico, hace más de nueve mil años», nos explica Miguel Serrano, Investigador en Botánica en la Universidad de Santiago de Compostela. 

Pelos punzantes para defenderse del enemigo 

Las ortigas son muy ricas en calcio, hierro y vitaminas, por eso es uno de los alimentos predilectos de los herbívoros, como las vacas, por ejemplo. Una buena razón para haber desarrollado a lo largo de su evolución, unos pelos urticantes que las caracterizan y que les garantizan tranquilidad absoluta. «Su polen se dispersa incluso con el viento, no gracias a los insectos y, en parte, se piensa que es porque resulta bastante ingrato para muchos organismos acercarse a esta planta por su potencial urticante», subraya Serrano. 

El investigador nos muestra uno de esos pelos con el microscopio y una estructura punzante no deja lugar a dudas de la perfección del mecanismo de defensa de las ortigas. «Tienen una base parecida a una ampolla donde acumulan una serie de compuestos como la histamina, la acetilcolina y la serotonina, y ácidos como el fórmico, el tartárico y el oxálico. Después de esa parte basal, los pelos cuentan con una punta muy aguda de silicio con la que llegan a atravesar nuestra piel y la de otros organismos para inocular el veneno que son esos compuestos causantes del prurito y la sensación de inflamación y urticación», afirma el botánico de la USC. 

El mentol, un revulsivo con efecto placebo 

Frotar la piel con hojas de menta es una de las soluciones populares para frenar la inflamación de la ortiga, pero, ¿tiene este remedio alguna base científica

Las necesidades ecológicas de la menta y de la ortiga se solapan, por eso aparecen muchas veces una al lado de la otra. Comparten, aunque en diferente medida, el gusto por la humedad y los suelos con nitrógeno. Existen hasta veinte especies de mentas, en Galicia unas seis, pertenecen a la familia de las labiadas, tienen grandes propiedades digestivas, sobre todo la menta poleo, y cuentan con un compuesto aromático, el mentol, que podría responder a nuestra pregunta. 

«El mentol tiene ciertas propiedades que pueden conferir un poco de alivio. Este compuesto orgánico es lo que se llama un revulsivo o un contrairritante, es decir, no disminuye la inflamación, no es un analgésico, pero provoca un efecto físico y térmico que puede aliviar la sensación de prurito. Como digo, no reduce la irritación, lo que hace es provocar casi otro tipo de inflamación que hace que dirijamos nuestra atención a esa nueva sensación de frío que, como sabemos, provoca el mentol. Yo le llamaría leyenda, más que mito, a esa idea de que frotar con menta la irritación de la ortiga garantiza el alivio. Sabemos que hay un cierto núcleo de verdad, pero solo hasta cierto punto. Tenemos que saber que el aspecto revulsivo o contrairritante del mentol, también tiene un componente importante de placebo», precisa el investigador. 

La romaza, el remedio británico 

Miguel Serrano asegura que la mejor solución en caso de rozar una ortiga cuando damos un paseo por el campo o recogemos plantas, es llevar consigo una buena crema antihistamínica, sobre todo si sabemos que nuestra reacción puede ser importante. El botánico de la Universidad de Santiago de Compostela también hace hincapié en el cuidado que debemos tener si decidimos recoger ortigas para consumirlas: debemos hacerlo siempre en lugares donde exista poca contaminación industrial o urbana y, sobre todo, lavarlas bien al llegar la casa. 

Y para finalizar, Serrano nos muestra en su oficina del Departamento de Botánica de la Facultad de Farmacia, la romaza, la planta con la que los británicos creen aliviar el prurito que provoca la ortiga. 

«En otras culturas como en el Reino Unido, utilizan otra especie, lo que nosotros llamamos romaza, Rumex obtusifolius, y, en este caso, debo decir que existen aún menos evidencias científicas que en el caso de la menta. La romaza actúa como un contrairritante simplemente por el efecto de frotar nuestra piel con ella, ya que provoca su propia inflamación, como pasa con la menta, y desvía nuestra atención. Pero, como digo, en esta planta no hay ningún tipo de compuesto con un efecto, digamos, antihistamínico que se haya validado. El efecto placebo y el efecto revulsivo al frotar la piel, de alguna manera, alivian, y eso es lo que ocurre también con la menta. Es muy curioso que según las culturas, se utilizan diferentes especies. En el contexto gallego serían las mentas y en el contexto británico, la romaza. Nosotros, por lo menos, tenemos algo de fundamento científico de fondo», concluye el investigador en Botánica de la USC.